Desde niño te conozco,
te he llevado siempre adentro;
causa de mi incertidumbre
de mis dudas y recelos.
Sensación de cobardía,
ansiedad, desasosiego,
bruma espesa que no deja
ver la luz del ancho cielo.
Fuiste viento en la tormenta,
abrojo de mi sendero,
provocabas malestar
y un escalofrío intenso.
No sé bien como explicarte;
tullías mis movimientos,
lacerabas esta carne,
tornaste mis pasos lentos.
Me decían: anda, calla,
oculta todo complejo,
eso es algo solo tuyo
nadie tiene que saberlo.
Eran tan grandes tus males
negando a mi vida aliento
que, por tal de respirar
me hice fuerte, yo, en silencio.
Así fue que, poco a poco
y desde mi fuero interno
aprendí yo a defenderme
y a luchar como un guerrero.
Se trataba de mi vida
valorar todo lo bueno
alejando de mi mente
todo aquello que era incierto.
Vivo ahora en alegría.
la tristeza fue a paseo,
la envolví en un paquete
con pedazos tuyos “miedo”.
Sigo y sigo mi camino,
dejé atrás aquellos miedos,
solo hay uno que me hostiga
persiguiéndome en los sueños
es la muerte que se acerca
como antes nunca lo hubo hecho.
Me hice amigo de su sombra
y llegamos a un acuerdo:
“cuando vengas a buscarme,
en mi lecho brindaremos,
alzaré mi última copa
y, mi cuerpo casi yerto
dejará que tu lo abraces
sin haber sentido miedo”
Fdo.: Rafael Huertes Lacalle