Miré por la ventana, gaviotas que volaban;
llevándose en sus alas aquella mi ilusión,
que un día como rosa nació en mi corazón,
llenando de perfume mis versos que soñaban.
Aquellas primaveras que siempre se bordaban
de regias madreselvas, vestidas de pasión;
con ese dulce encanto que tiene la oración,
de tiernas poesías el alma me llenaban.
Ahora que comprendo, que igual que los rosales,
los sueños y promesas también tendrán su fin;
escucho con nostalgia trinar a los zorzales,
que su epitafio cantan al pálido jardín,
que diera a mis poemas las notas musicales
vibrantes y sublimes del mágico violín.
Autor: Aníbal Rodríguez