Raúl Voltavayeros

CONJETURAS AL NACER

CONJETURAS AL NACER

 

Fue al nacer que pregunté

por los grandes temas de la vida:

¿Dónde van los pájaros en invierno?

¿Cuál es el nombre de esos bichos con antenas

y patas de alambre,

o los osos polares son blancos por dentro

y ese señor por qué se ha muerto

si antes vivía?

 

Puse en aprietos a todos los sabios de mi cuadra,

mas ninguno dijo nada que estuviera a la altura

de un recién nacido:

 

“¡Agú, nenito!… ¿Por qué hacés pucheros?”

 

Al nacer sospeché

-desde entonces la conciencia ya dictaba mis impulsos

y ponía en mi lengua

el grito del hambre y de la reflexión a un tiempo-

que alguien, naturalmente alguien,

no importando jamás quién,

habría de pedirme que sanara sus heridas,

obligándome a escribir su nombre en estos versos,

por siempre, eternamente.

 

Entonces juntos,

como enfrentados a un espejo, 

iríamos corrigiendo el YO absoluto

por un “¡NOSOTROS!”,

volviéndonos agua caudalosa,

una misma tempestad, la misma fuente. 

 

Jamás desataríamos los cuerpos:

ella, por hallar el último rescoldo de mi corazón,

yo, por amarrarme al tálamo

de sus huesos.

Dos indivisibles espantos

condenados a envejecer y a blasfemar

acabaríamos siendo:

polvo y ceniza en un mismo nicho

al pasar el tiempo.

 

*

Así afanábase mi mente

con toda clase de pensamientos. 

Todo era de la más insospechada seriedad

tras mis ojos inocentes y nuevos.

Apenas sí comía.

Daba la impresión de estar muerto.

Ese era yo y aquella mi suerte,

hasta que tuve que decidir:

debí abandonar conjeturas, teorías, fundamentos...

si brilla el sol o Dios es eterno,

si vale un gusano

tanto como la flor que horada,

si la marea y la luna

son hermanas y se extrañan,

si los hombres merecemos

la dulce tierra que pisamos,

si la noche es claridad,

si el día, ocaso...

 

En paz con mi cabeza, lloré por fin

como hace una criatura sin su pecho,

entregándome a los días venideros

calmo, sereno,

arrullado por el canto de una desconocida

(era eso o morir).

 

*

Fui joven y más tarde hombre,

y hubo viejas y odios

y otras tantas preguntas.

Ahora bien, a estas últimas…

sigo sin hallar respuestas.