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**~Novela Corta - Ayer Guineo Hoy Manzana - Parte I~**

Una mujer llamada Ana vive encerrada en la desesperación por un amor que se fue y que no dejó de ser un amor verdadero en su vida. Ana vive en el delirio delirante de creer en el mal incurable del amor a cuestas de la locura que le dejó ese amor a Ana en su memoria. Y existentemente Ana quiso intentar suicidar ese corazón que amó con total locura, pues, enloquece de caricias, de ternura, de añoranzas, y de amores inconclusos de temores sin más ni más que haber perdido totalmente el amor en su corazón. Cuando, de repente, quiso llorar y tristemente lloró y con dolor en su mundo y en su sentir se fue por donde se va el delirio frío y autónomo de creer en el acecho de dar con la verdad de que el decreto fue secreto entre su alma y su pobre corazón ese amor. Cuando se fue por donde cayó el dolor en una mala situación en que se convirtió en juntar el desastre en el más nefasto de los tiempos, cuando ocurrió el amor en su vida. Y Ana vive hoy con la demasiada vil e irremediable de una sola verdad que cayó en la forma del dolor y de la mala insistencia de caer en el alma a solas. Y Ana solamente Ana, se vio fría y mal consciente al caer en la mala redención de ver el cielo en sus propios ojos y dejando caer la lluvia álgida y verdadera. Cuando en el trance de la verdad se vio álgida como el ritmo de la existencia y de un gélido tiempo cuando le cayó la lluvia en su alma fría y devastando a su amor en un sólo dolor que no fue real ni verdadero y ni tan cierto. Solamente Ana, se llevó un mal dolor en su alma, en su eficaz vida, pero, tormentosa esencia, cuando en el delirio delirante de caer en el embate de dar con el alma una fría mala cobardía de creer en el amor sin más ni menos. Cuando Ana se llevó en el alma un mal deseo, pero, se convirtió en un final devastador. Ana, llora y más que eso se aflige y se atormenta su corazón al llorar con dolores inciertos, pero, tan ciertos como lo que fue ese amor en el corazón de Ana. Ana se vio fría y desolada como el viernes santo de un viacrucis de su instinto y más de su corazón. Cuando Ana se llevó el tiempo y más a su indeleble corazón e inefables porqués sin poder explicar su razón en la locura que le dejó ese triste amor. Cuando ese amor le dejó un altercado frío y mal consecuente en decidir que se fue de la razón llevando desde su interior el dolor y el llanto. Cuando en el frío y en el desafiante delirio Ana se convierte en un escollo de preguntas que le dejaron en una sola locura más. Cuando en su avidez y en su codicia y ambición inerte creyó en el suicidio de una manera cruel y vilmente cuando se oscureció su día en una terrible tempestad. Cuando se deleitó su forma y su esencia más efímera quedó como la esencia más nefasta de creer en el dolor en su corazón. Ana vé sobre la mesa un guineo y una manzana. Y se cree que en el terrible desenlace final de dar con el mudo mundo y en un silente devastador de su alma en el mismo mundo que le acogió desde que Ana amó verdaderamente se vio y tan fría como el mismo final desenlace de creer en el guineo como un tormento del ayer y en la manzana una renovación de su propio camino y con un diferente destino del hoy. Y se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-. Ana, vive encerrada en su hogar sin una debida determinación de vida. Cuando en la perfección de Dios, se vio fríamente indeleble a su débil corazón de un llanto muy sosegado de incierta envergadura. Cuando en el trance de la verdad se aferró Ana al delirio frío en querer automatizar la espera y tan inesperada de un sólo todo. Salió de ese trance de desesperación, pero, aún le llamó la atención en querer convertir un guineo en manzana. Y se fue por donde el rumbo no se detiene cuando en la espera de su mundo se vio riendo y a carcajadas, llamando a su camino de un sólo destino fuerte, pero, frío e incierto. Y Ana en la mesa observando al guineo y a la manzana después de creer en el trance de la verdad edificando la forma más vil de ver el cielo de frío dolor. Y ella, sólo ella, quiso ser como la verdad real de que lleva un sólo tiempo en que el dolor era fuerte como la roca, pero, ella supo algo de que en esa roca puede sentarse sobre ella. Y pudo saber algo más, de que el mar rompe en ella como un mar atrevido y bravío. Si dentro de una magia adyacente y tan fría como dentro del comensal de toda una vida inerte y tan álgida como el mismo desenlace del viento que le roza a la piel. Cuando, de repente, Ana se vio inalterada y sola y tan fría como ese mar bravío. Cuando en el alma se escucha una sola verdad de que el silencio se lleva dentro del alma, como la costumbre de creer en el embate de dar una sola solución. Y se edificó la pureza de la verdad cuando en el reflejo de la certeza se vio aterrada fríamente al deleite de creer en el embate de dar con la verdad. Cuando, de repente, se vio fríamente indeleble de un inadecuado frío, pero, tan real como la verdad de que es tan incierta como el mismo llanto que derramó por ese amor. Y sintiendo Ana una triste desolación se dio el frío veraniego de un calor adyacente en la misma piel de Ana. Cuando en el trance de la esencia y de la perfecta presencia se vio indeleble como el pasar del tiempo como es la mala sensación de creer en el ámbito de dar con la sola solución de amar bajo el imperio de sus ojos de llanto y de dolor. Cuando en el ocaso frío se siente Ana como el delirio delirante de creer en el embate de dar con la única solución. Y Ana sola como de costumbre en una mesa con un guineo y una manzana. Y ¿qué hace Ana allí?, pues, llorando su demacrada vida y su mala existencia. Si Ana como una manzana ella se imagina, pues, su existir la lleva a imaginarse como siendo una manzana roja. Y en ese huerto del jardín de las manzanas se siente como un vil tormento y como un suceso de esos en que la imaginación no le da abasto. Y siendo un vil tormento en un cruel desenlace se vio atormentada e inefable y con un dolor en el interior de esos que no se puede olvidar ni tan siquiera con un buen recuerdo. Y, ella, Ana, se vio delicada e insegura como de costumbre en el sentido de dar con el alma un dolor a muerte segura. Y dentro del ocaso vivo se sintió como el pasaje de ida y sin regreso demostrando que su huida escapa de un sólo tormento. Y fingiendo el deseo se convirtió en un sólo trance de la verdad, cuando en el embate de dar con el sufrimiento de ese amor que se fue.

 

Y llegó Ana a la mesa, otra vez, en esa casita de madera, en la cual, se dedicó en hacer fuerzas y voluntad, cuando en su afán de creer en el dilema se aferró al conmísero delirio y tan delirante como que en el juego del amor se vio frío como de costumbre en una soledad mágica. Y, Ana, se llevó la sorpresa de observar ese guineo y esa manzana sobre la mesa, aguantando el dolor de perder a ese amor. Y se marchó hacia la barra más cercana y se electrificó su forma más vil de dar con el silencio una verdad en soledad. Cuando en el embate de dar una certeza de una crueldad devastada de carencias innatas si se intensificó más el dolor en ser una desdichada y más sin amor que el amor propio que se tenía ella misma, pero, ¿qué amor?, se dijo Ana. Cuando en el delirio se enfrió en desastre de creer en el alma casi muerta, casi débil, pero, tan hábil como poder hallar el nombre de ese hombre que quería ella que se enamora de ella, y Ana se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-. Y se fue por donde se va el delirio frío y automatizando la espera inesperada de creer en el alma jugando a reír, pero, llorando quedó Ana, con un dolor, pero,  siendo como una manzana de color rojo en el medio del atardecer. Si en el amor se dio el delirio frío de caer en el llanto y en el dolor mal consecuente. Cuando debió Ana en ser como la misma fuerza o como la misma fortaleza de dar con el alma una furia o una euforia devastada de carencias automatizadas de inesperada espera. Cuando se intensificó el deseo de creer en el alma descubriendo en el alma unas fortalezas de esas en que se desbarata una fuerza en el alma de color negro como el luto en que Ana lleva por ese vil amor que la dejó en medio de la tempestad a sabiendas de ese amor en que ella sentía en su pobre y débil corazón. Cuando en su momento de creer en el alma se intensificó la espera de dar con el ritmo de vida creyendo en el amor a toda costa. Cuando en el amor se Ana se petrificó a la espera y tan inesperada de dar con el alma devastada, pero, de rico proceder. Cuando en su forma de creer en el amor quedó como órbita lunar en el sentido de dar con la verdad de que será una mujer y sin amor. Cayendo en el abismo frío y corriendo en el trance de la verdad de un acometido en bruces caídas, sí, sobre aquella mesa donde se halla el guineo y la manzana, pero, no, no se encuentra allí en la mesa sino que Ana se halla en la barra clandestinamente buscando a otro amor, y se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-. Y se dedicó Ana en ser como el suburbio de creer en el sentido más que por saber que el destino era frío como el cielo allá arriba. Cuando en el sentido de dar el suspiro como un cruel respiro como el sabor de creer en el alma una sola verdad Ana se volvió intransigente de dolor y de pena. Cuando en la pena de saber del destino frío se volcó su razón tan débilmente como inconscientemente en un mal estado de gravedad y de su sentido adverso entre la felicidad y el dolor en que Ana siente por saber que fue dejada por otro amor y se fue en busca de otro amor. Y se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-, y la perseverancia autónoma de saber que el destino era frío y tan álgido como el saber de ese acometido en bruces caídas sobre esa mesa, en la cual, se llena de iras insolventes si ella se vio fría y tan gélida como el mismo hielo en que en la piel le roza de tiempo y de saber que su destino era otro y con otro amor. Y Ana se sintió suave y delicada, hábil y mal inconsecuente en saber que su camino era tan crudo como la misma herida en carne viva. Cuando su rumbo derribó la crueldad del destino deleitando al amor de su propia existencia. Porque cuando llegó a la barra pidió un trago doble, y se fue de la vida como ebria es la vida con o sin amor, con iras insolventes y con odios devastadores. Y Ana con un guineo y con una manzana salió de ese hogar por donde se paseó el amor que la dejó mal y con un sentido adverso de odios y de penumbras y de sombras y de soledades. Cuando en su forma de amar la llevó lejos sintiendo el deseo de ver en el cielo lleno de soles y no de lluvia clandestina sosegando en la vida un dolor y un sólo sufrimiento en que se perfiló el dolor en un sólo amor que no la llevó lejos ni volando en el mismo cielo en que Ana quiso y ser feliz, destrozando el alma en un santiamén en poder desnudar el alma y el corazón en ese amor que la dejó sola y en una triste soledad. Cuando en el alma sosegó la ira y la conmiseración de creer en el alma una sola verdad inocua, en saber que su destino era cierto como la certeza de vivir sin paz y todo porque ese amor fue como la misma felicidad para Ana, pero, no, no era certeza sino que fue un amor pasajero que ella nunca lo entendió hasta que quiso convertir el guineo en manzana. Y, ¿cómo lo logró Ana?, cuando en el intercambio de ese dolor por sufrimiento le dolía el dolor más fuerte que la verdad. Y Ana, sintiendo el pasaje de dolor y de sentir el deseo de creer en el alma una pura verdad de que el amor se había marchado lejos. Y destrozando el alma Ana, se vio atemorizante la espera y tan inesperada en poder creer en el alma clandestina sin saber que el desierto en numen de fraguar la inesperada espera y de creer en que el amor puede que regrese en el corazón de Ana. Cuando en el altercado frío de creer en el alma se aferró el deseo de dar con la verdad en su pobre y débil corazón de que hallará el amor nuevamente. Y, así fue, lo vio, lo reconoció y le perforó en su alma como la luz que de ella emana. Y, sí, que era un hombre cálido, y sin más herida que el naufragio indeleble sosegado de ese mar bravío en que sólo Ana se liberó de la tristeza en que lleva el deseo de embriagar al alma con alcoholes efervescentes de delirios autónomos cuando le llegó el “delirium tremens” a su cabeza llena de alcohol y por esa noche nada más. Y se desnudó en su habitación como queriendo hacer lo que nunca había hecho un amor completo.  

    

 

Continuará…………………………………………………………………………………………