Contemplaba a mis pies la marea del Tiempo,
fluyendo en un vaivén tan rítmico y calmado
que, alegre el corazón, mis ojos saludaban
a las aguas del mar por el sol encendidas.
Entonces estalló la tormenta fatal,
y en sombras envolvió sus forma poderosa.
La marea del Tiempo retrocedió de pronto,
y, con ansiosos pasos yo misma la seguí.
Después de la pleamar, caminé sin descanso
hacia el borde del agua mientras la vasta arena
se iba abriendo, infinita, por delante, y las olas
regresaban batiendo de forma intermitente.
Fueron retrocediendo las aguas más y más,
y, en cuanto el oleaje por fin se hubo calmado,
mi esperanza se heló al ver el horizonte
vacío ante mis ojos y seguir recorriendo
aquella playa lóbrega y la desierta arena,
triste como mis pasos hacia ninguna parte.
MARY SHELLEY