Osvaldo Sabino Tamborra

Anoche repasé mi tiempo

Anoche repasé mi tiempo

y concluí que aún existo.

 

Revolví hojas pobladas de frases,

cientos de hojas.

Miles de signos caídos sobre ellas.

Los miré de izquierda a derecha

y de derecha a izquierda

y no me encontré en ese lenguaje.

 

¿Cómo decir entonces que existo aún

si no revelé allí       mi cuerpo,

ni mis palabras

ni mis gestos?

en ninguna,

dudando de la coherencia de lo escrito.

 

Solo oía un murmullo leve

sin saber de dónde brotaba,

un sordo canto difícil de reconocer como voz,

pero intuyendo que él me hablaba,

me decía de mis días,

de mis penas largas y cortas  alegrías.

 

De tantas hojas en blanco

invadidas por mis frases.

Corrompiendo a veces,

las más          su blancura,

su forma de nido

del cual escapaban

las letras        como pájaros,

en un intento de decires en el aire.

 

Volando.

Tratando de descubrir en ese vuelo

la existencia plena

 

Mientras        ese sordo rumor en mis oídos

me decía que sí       que aún existía.

A pesar de tanta confusión y poca maestría.

 

Resta entonces porfiar por mi inocencia,

por tanto clamor innecesario,

por tantas inútiles estrofas,

por el poco oficio impune y mal habido.

 

Pero creo saber lo necesario ya:

la prudencia que deba dominar mis últimos pasos,

el cuidado de mis actos,

la levedad necesaria de mis movimientos,

el juicio paciente y a tiempo.

 

Desoír voces destempladas o huecas

y tratar de no emitir yo ninguna.

Saber lo importante del equilibrio

y preferir la razón del otro.

 

Velar entonces por atender aquellas voces

que antes desconocía

rescatándolas ahora       pues aun existo.

 

Al final de mi tiempo,

y con mis justos límites.

 

Reivindico al fin que lo escrito fue sólo para mí.

Entonces si        por mí y por ello

aún existo.