Mis ojos son negros como la tierra fértil, y mis pulmones respiran el aire de la costa. Y mi piel, inquebrantable y, quebrantable nada más al tiempo que, con tempo baila al compás de la única y dinámica sonora de los pájaros y parajes de los intrépidos vientos tan alocados como mi psique. Mi piel, mía, de nadie más que de mí, nadie la toca. Territorio propio y privado. Mi alma, única en su especie que juega el papel de cualquier otra alma cualquiera que haya habitado en cualquier otra cualquiera tierra patria o extranjera. Esa característica dual que tengo de ser tan similar al resto y a la vez tan diferente, tan a distancia de los unos de los otros. Mis letras, mis paliativos dolores que sangran en tinta y papel. Nadie sabe lo que he descrito en innumerables fragmentos de hoy y ayer. Nadie entiende lo que por mesura es fácil de comprender. Soy un ser humano que con honor y vaivenes ha querido y deja de querer. Hasta que el ultimo suspiro me lleve a donde van los que nunca más han de volver en el hecho de lo que radica lo que es \"para siempre\".