Televisiones llenas de lacayos
que reverencian a sus señorías,
mientras vomitan sus majaderías
sacadas del libro de los vasallos.
Y no dudan, así les caigan rayos,
de que otras contrapuestas teorías
solo son producto de habladurías,
o simples cacareos de urogallos.
Siempre están en eterna genuflexión,
con las miradas en suelos y cielos
–pues, por los lados, no muestran comprensión–
con sus corazas de escarabajuelos
para que cualquier transculturización
no logre anidar en sus cerebelos.