Yo del hombre no quiero saber más que su ruina encefálica
la planeza de sus atisbos volteados inmateriales imanta
mi capa freática llena de frenos y brumas orquestales.
Del hombre me apasiona por ejemplo el polo opuesto
de su indecisión anti dogmática, la profusión de helados
que el conjunto obliga a lacerar diametralmente.
Y en esa incertidumbre de los huesos he vivido toda mi vida
metido, hasta el tuétano. Mis labios no eran sino sólo una versión.
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