Entonces llega el otoño, otra vez.
Parece que todos los que nos rodean están en una constante competencia a muerte, para ser los primeros en salir de nuestras vidas.
Aún recuerdo los festejos de la víspera de año nuevo de hace 4 años atrás, en la última navidad faltaban 7, que nunca más volverán a soltar una lágrima, que nunca más sentirán un abrazo.
Estoy seguro que las telas del tiempo no están bordadas, aunque a veces pretendemos anticipar nuestro futuro, cualquier roce podría rasgar nuestras vidas.
Y no debemos temerle a lo inesperado nacemos para caminar detrás de la muerte, como niño siguiendo los pasos de su padre.
Así que arriesgarse a las tragedias;
a las victorias, a estacionarnos a sentir los otoños y primaveras, la ira o la piedad, ir al campo o temerle a las erupciones de un volcán, a estar loco, a estar cuerdo...
Arriesgarse significa correr en desventaja, pero todos olvidan que nuestra ventaja es saber que moriremos, así que aprovéchala y no te quedes contando los otoños tirado en el césped.