¡Ay! ¿Quién diera a mis ojos una lágrima
que manen su dolor noche y día?
dejando un vacío en el alma mía
que dieran por motivo una lástima.
¡Quién me viera apartado de la gente,
diría que voy siguiendo la porfía,
del daño que provoca la fantasía
del bien por quién mal tanto se siente.
¿Quién me dará amor que me iguale
con el amor que Dios me ha hecho,
dónde el sufrimiento nunca vale?
¿Quién me abrirá su corazón y su pecho;
dónde está escrito el secreto que sale
con tanta poesía mía el despecho?