EL QUETZAL EN VUELO

ANTILLANA DE MIS ANHELOS

Me gusta la mujer antillana. No porque su piel convoque a la noche, ni porque su pelo negro sea tiras de fuego que cae sobre la poesía. Ni porque en su caminar emule las olas de su mar. Su aliento sabe a ron. Su suave respirar a mamajuana; sus besos son como el deleite de una piña colada. Ahhh antillana de mis Anhelos; baila en este sueño, mueve mis letras.

Una mujer antillana, siempre será un poema en construcción, Cómo lago, antes del Sunami. Puede estar en calma como el lago Caonillas o invitarte a sumergirte en el corazón de una canción en el lago Enriquillo o lograr ver el paraíso por las aguas del lago Hanabanilla; es como ser invitado por la musa Calíope a compartir su lira y cantar a esa mulata.

 

Una antillana, puede estar hecha de fuego. Tener el color de la noche o ser similar a la copra   del coco. Blanca como cuerpo de Chirimoya. Roja como el deseo de la Pitanga con sabor a Jobo. Aderezar un verso tuyo con Grosella; es el disfrute de saborear una Guanábana, tomar del cielo un Guamá y convocar a Poseidón a bailar un merengue, con sabor a ron, disfrutar de su risa en las arenas de su playa, alumbrado por el deseo caribeño

 

 El ron desordena las pasiones, como los versos de ella, que cada mañana escribe, con ese aire a Guillén, el sabor de nuestro Pedro Mir y la identidad de Juan Antonio Corretjer. Estos tres ´pedazos de historia, son los que dibujan en cada mujer antillana, el erotismo de su cantar y hacen mover sus anchas caderas, cada vez que un tambor suena.

 

La mujer antillana, tiene un timbre de voz como canto de sirena, cuando recita sus poemas vespertinos en el parque Lenin, como aquella mañana de mi desconcierto, cuándo recordaba nuestro festival del amor en el parque de Jaragua, que en su quiosco me enseñabas a bailar salsa, sin tener  en mis venas la sangre antillana, que necesitaba..

 

Antillana de mis anhelos, me gusta cuando te cobijas con las sombras y llegas a mis letras, despertando mi guitarra, escribiendo en mi cuaderno las notas con las que por la mañana me despiertas, dejándome ese sabor a mar. La sonoridad de tus risas. La sensación en el cuerpo de haber estado en la blancura del cielo o en el mismo paraíso del infierno.

 

Llevame por tus versos, como día de carnaval, no respetemos las octavillas, la métrica de otros versos, naveguemos por los mares, contagiando a Poseidón de nuestra furia, del deseo de salir de este desierto. Caminar por el parque nacional del yunque y besarnos con la furia de un ciclón de esos que en julio, estremecen tu isla y en noviembre son lluvia suave.

 

 

LENNOX

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