Llovía furiosa la tarde,
Y me encontraba en la calle.
Los minutos parecían no cansarse,
Mientras en mis pies las hojas
Vencidas y ahogadas
Formaban una obra de arte.
Pronto encontraría toda una galería.
La escena misma era una pintura viva.
El agua, y su dulce petricor,
Las hojas de otoño Rojas y mostaza
Haciendo de veleros sin control.
El hombre de chaqueta beige
El cual se craquelaba junto a su paraguas
Por los hilos de acuarela.
Disfruté como si alguien hubiera hecho
Pasar el tiempo más lento por mi sonreír.