Miraba la mar con gran intensidad
desde, esta, mi orilla –la orilla mía–
creyendo que su paz me llegaría
para poder afrontar mi soledad.
Pero una ola rompió con brusquedad;
de una gaviota, un graznido se oía;
y vi como un surfista se caía
en el centro de la espumante humedad.
La paz, que no tenga, no conseguiré,
tengo que haberla encontrado en mi interior
y, si la he traído, pronto la veré
en cualquier situación a mi alrededor.
Que la mar se silencia, comprobaré,
si la observo con mi calmado sensor.