Aida c. Gispert
Hulla
Hay una guerra que al humano no le estorba.
El conflicto de la rabia, que se instala como fuego que devora veloz.
Y el vendaval, que se esconde dentro del cráneo, la atiza, de forma agresiva, dentro del pecho.
Puede quebrar huesos y despedazar pieles
pero dejar el exterior intacto.
Porque el ego la endereza con etiquetas que doman la hoguera y normalizan la violencia que arde en los ojos.