Hoy ha muerto, ha muerto un hijo, es el mío.
Llano el dolor, inmenso y lívido, es mi grito.
Ya nada es alegría, y todo se tornó sombrío.
Veo su tierno mirar, por la muerte, marchito.
*-*
Es pecado que muera un hijo, sin verlo morir.
Son mis reclamos a Dios que, osada, los hago.
¿Este hombre lleno de vida, cómo se va a ir?
Yo sé que del cielo, Dios me hizo este pago.
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Un hijo, es un hijo, sólo una madre lo sabe.
Miras hacia atrás, y no hay olvido, allí está.
Es la madre, y su amor, en el pecho no cabe.
Que lo reciba en sus brazos a Dios clamará.
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Ciega incomprensión existe para la muerte.
No hay consolación cuando un hijo nos deja.
Hay pena, llanto y la muerte, no se revierte
Y la madre, ante Dios, solo pondrá su queja.
*-*
¡Toda madre amorosa sabe que, su hijo,
vivo o muerto, en su alma, tendrá cobijo!