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**~Novela Corta - El Niño que Esperó - Parte I~**

Una niña llamada Jacinta se dedica amar a sus juguetes y coleccionar muñecas como toda niña de su edad. Jacinta como toda niña a su corta edad se aferró al deseo de jugar con sus muñecas, si las colecciona como toda niña por colores de cabello y por color de vestidos. Cuando en su mundo se vio como toda niña jugando a papá y a mamá, y a la cocina. Un día, como toda niña creció como siendo toda una adolescente hermosa como las rosas de primavera, pero, en el lugar equivocado. Y creció sí, y llegó a ser la niña más hermosa de ese devastador vecindario. Y Jacinta les sigue el juego a esos niños de clase baja de ese pobre vecindario y todos juegan con ella y ella con ellos y sin saber que era yá toda una señorita. Y ella va y viene solita, pues, en el alma de Jacinta sólo era de luz y de sonrisas. Cuando en el alma de Jacinta se vio exacta y llena de vida y llena de una linda felicidad. Fue cuando en el embate de la vida y de la suerte de ella misma y de la vida propia, se vio intransigente, impasible e irremediablemente sola y tan abandonada por la vida misma cuando en su plena adolescencia se mueren sus padres en un fatal accidente automovilístico. Cuando en el trance de la verdad se vio fría y muy intranquila y muy opaca de sentido, y con un dolor muy intransigente y con un dilema fuerte entre sus pensamientos cuando se fue de la vida y más de su vida la madre y el padre que la cuidaban tanto como ser la niña consentida de mamá y de papá. Y Jacinta se miró a los ojos y quiso en ser como la más indeleble forma de atraer entre sus pensamientos un dolor impasible, pero, muy recurrente el de perder a sus padres en plena adolescencia. Su dolor fue irreparable y su vida terriblemente muy mala y su destino débil y muy triste con ese dolor de proseguir la vida sin mamá y sin papá los que le dieron de todo en la vida. Y sola y sola, y con dolor triste y con una mala vida se fue desapareciendo aquella niña de los ojos de papá y de mamá. Cuando en el altercado frío de su alma se dió un efímero desenlace de mirar dentro de sí, un alma fría y nefasta y por cualquier razón le dejó una sola razón. Si Jacinta se vio como el altercado frío y tan delirante de creer en el alma fría dentro del frío y tan caluroso mal instante de creer en el alma suave, pero, tan humillante como el deseo en querer como el mismo frío. Si en el frío se sintió como el ocaso, pero, en muy mal estado de salud. Cuando en el aire se dedicó en cuerpo y alma a querer superarse, la niña Jacinta, pero, algo le falló que era una adolescente hermosa en el lugar equivocado. Y era hermosa como la rosa, tan bella con sus cabellos largos y con sus ojazos azules y tan grandes como el mismo mundo. Un día vio a ese hombre en el callejón y lo miró a los ojos llenos de luz y de desesperación cuando en su alma, se dedicó en ser como el mismo universo frío dentro del ocaso vivo en ese callejón. Cuando Jacinta se vio impasible, indeleble, y tan fría como el agua en el mismo mar abierto que le sonríe y le da la bienvenida a darse un baño refrescante en ese mismo mar abierto. Y era, ella, Jacinta, la que en el juego y más en el abierto comienzo se sintió como el nuevo y viejo desastre de creer en su alma bendita en que se da como el mismo embate de dar gracias a la comarca de esa vida devastada por la pérdida de sus padres en ese accidente y tan fatal. Y salió de ese trance, de esa manera de entrever el horizonte en ese mar atrevido. Cuando en el delirio frío y tan irreal como el mismo instante se dio como el mismo frío de entrever la única razón perdida de creer en la añoranza de ver y de dar con la verdad la única certeza de que está desesperada y de un mal atrayente de la vida misma, cuando no tiene más a sus padres y decide echar hacia adelante como si fuera un sólo trance de la verdad. Cuando Jacinta crece aún y quedó a la deriva del mal tiempo, y con un solo familiar que se hizo cargo de ella, cuando sus padres mueren en un accidente fatal. Y sólo Jacinta, quiso ser como la fuerza aún, como el mismo imperio sosegado de tiempo y de un sólo desafío en el alma de Jacinta. Cuando en la insistencia y en la manera vil de ver y de creer en el alma sosegada de tiempo y de virtud, se vio intransigente e indeleble, pero, muy afable. Cuando en el alma de Jacinta se entristeció como el alma de ver el cielo de tempestad cuando en el alma de ella creyó en la insistencia de ver el inmenso cielo de sentir los celos de su propia alma en la misma parálisis de la vida misma. Cuando en el ocaso se sintió como el mismo aire en lo inoportuno de la vida misma, cuando en el aire sosegado se vio tristemente abatida y muy herida en la vida si sus padres que le dieron todo. Cuando Jacinta se vio álgida como el viento frío, cuando en su afán indeleble se vio hundida entre la máxima desesperación de creer en el alma desvestida de sentido adverso, cuando el calor se da como el frío, pero, el frío como el calor jamás. Cuando el embate de dar con la verdad se vio un triste jamás, como el sentir en un sólo desastre de creer en el alma muerta de Jacinta. Si en el sentido en dar la sorpresa en el camino de Jacinta, si Jacinta vuelve a ver a ése hombre en el callejón y no, nunca lo había visto no por los lares ni por el aledaño lugar. Si Jacinta se vio atormentada y fría y tan nerviosa como el mismo cielo lleno de tormenta a escondidas de la sola soledad. Cuando en el suburbio de la verdad se vio fría y tan llena de iras clandestinas y de un mal sosiego en que casi se siente como el tormento frío. Y Jacinta prosigue su destino y su mal camino sin saber de su futuro incierto. Y quiso ser fuerte y callada y con un temple de desafíos inertes y con un mal hálito desde sus entrañas más rojizas de esa alma devastada. Cuando en el trance de la verdad se vio fría como triturar el alma en un sólo sentido de desafíos vivos. Porque en el trance de la verdad se aferró el deseo de Jacinta en creer que superará la pérdida de sus padres con el olvido y nunca se puede olvidar a un padre o una madre y más si le dio todo. Y Jacinta no puede proseguir una senda o un camino así. Cuando en el trance de la verdad se aferró Jacinta a que el delirio se entristeció  de un sólo espanto en el alma con una verdad que le atormentó en el alma a Jacinta y a su esencia de sentir en su manera de creer en la forma en que Jacinta se fue de tal manera del mundo. Cuando en el trance de la verdad se aferró un suburbio en atraer la forma de creer en el alma una forma de dar rienda suelta en dar en el infortunio una sola verdad. Cuando en el trance de la verdad se aferró al desastre de dar una mortandad en su alma. Si se aferró el anonimato en dar con la verdad una sola sorpresa de dar una sola salida con la buena suerte en creer en el alma desértica de Jacinta. Y, otra vez, vio a ése hombre en el callejón, un hombre no mayor de treinta años, solo, y muy buen parecido, pero, a Jacinta le da terror mirarlo a los ojos cuando ella siempre pasa por el mismo lugar todas las tardes a las 3:00 de la tarde. Y, ella, Jacinta, mira para su izquierda y no vé a nadie y mira a su derecha y no vé a nadie, si la gente se desapareció del lugar como por arte de magia. Ella, Jacinta tiene como veinte años y, sí, ése hombre siempre la persiguió, pues, desde adolescente lo mira con ojos de odio y de rencor. Cuando en su afán de creer en su alma, se vio fríamente indeleble y mortífera de espantos nocturnos cuando en el callejón, sí, en ese mismo callejón en una noche de abril lleno de primaveras la violó ése hombre en soledad y en solitaria espera. Jacinta la niña de cabellos largos y de ojos bellos como el mismo mar abierto, se vio fríamente y mal inconsecuente y muy mal herida con esa triste violación que la dejó triste y en una sola maldita soledad. Ella, Jacinta, fue para su hogar callada y tristemente adolorida y con un fuerte dolor entre sus entrañas más rojizas de ese atardecer en que le cuenta todo a María, su vecina. Y calló Jacinta lo que debió decir, pues, en el afán de proteger su virtud la perdió verdaderamente y con una sola sinceridad. Y Jacinta, sólo ella quiso ser como la más cruel de las mujeres, pues, creció su alma más y más, y cuando más necesita de la vida y la vida cree en ella. Y Jacinta perdió todo, pues, su virtud se vio manchada como su reputación, pues, en su alma, sólo en su alma se vio petrificada cuando sólo le faltó su menstruación. Y en verdad que Jacinta quedó encinta de ése hombre, por el cual, la violó a merced de la sinceridad de su alma pura y de su cuerpo devastado de iras y de un mal proceder por parte de ése mal hombre que le violentó su cuerpo y esperado por un niño se vio Jacinta encinta. Sus cabellos rizos y tan largos como la cascada del viento y sus ojazos como la pureza del mar abierto quedó en trizas y en un llanto sosegado e impetuoso como la misma lluvia que deja caer en el imperio de sus ojazos bellos. Y Jacinta, la que quedó encinta de ése hombre, se hizo cargo de ésa criatura, pues, su instinto maternal le llamó más que el murmullo de la gente y de haber sido mujer sin compasión ni tormentos, y se electrizó su forma de dar con el alma muerta devastada de iras y de un mal concurrente sospecha de la gente y más de ese triste callejón. Cuando en el alma de Jacinta la que quedó encinta por una violación se vio incrudecida y muerta de espantos nocturnos, cuando en el alma de Jacinta creyó y más de ésa criatura que no tenía la más mínima culpa de haber sido fecundada de tal forma y de tal manera con una triste violación. Y llegó ése hombre, otra vez, por el callejón, y Jacinta encinta, y con saber de que ése hombre era el padre del hijo que ella espera, o sea, el niño que Jacinta esperó. Si dentro de del alma de Jacinta, se vio fría e indeleble como el mismo pasaje de ida y sin regreso. Si Jacinta quedó encinta, sí, y producto de esa nefasta violación, cuando en su delirio frío, Jacinta prosiguió hacia adelante con esa criatura en su vientre. Si Jacinta quedó encinta de un niño, con el cual, ella, Jacinta la que quedó encinta quedó indeleble y fría como el tiempo, álgida por un sólo viento, y gélida como el mismo hielo, y con esa criatura que cada vez que crece en su vientre recuerda esa triste violación que la dejó marcada y para siempre en su alma y en su cuerpo y desagarrada de piel, porque cuando la violó le desgarró el alma en vez de la piel, y su cuerpo desnudo por aquella noche clandestina de sola soledad, cuando el hombre irrumpió en ese callejón hacia Jacinta. Y Jacinta recordando el mal momento y la peor noche en su vida y de su corta existencia. Cuando en vez de creer en su alma devastada creyó en la luna que era y fue testigo de todo el mal evento en su vida. La luna clandestina y llena del nácar virginal de su adolescencia, si sólo Jacinta tenía veinte años y quiso ser ésa que jamás logró en ser, y fue mujer a la fuerza y creció como leona y más como el mismo imperio de sus ojazos inertes y en soledad como el mismo mal instante de creer en el ocaso lleno de ímpetu y de una virtud que ¿perdió?, pues, no, aún no. El niño que esperó Jacinta, la que en el juego de la vida se vio fría e insistente e indeleble como el amor crece en su vientre y sin amor de una madre. El hombre que le violentó su alma y más su

cuerpo se marchó lejos y destrozando el alma de Jacinta se vio fría y con un mal delirio de atraer en su vida un mal combate de dar con la mala suerte de creer en la ausencia de ése mal hombre. Y siendo más como el viento prosiguió su vida, y su corta existencia como lo fue correr en el tiempo y más como toda una mujer se dedicó en ser como la más fuerte mujer, pero, se le olvidó algo que en ella lleva el pecado y la fría tentación de un mal hombre. Si en el combate de dar una buena sensación se dedicó en ser como la más débil de las mujeres inquiriendo un fácil ademán en combatir el alma fría, cuando en su alma se dedicó en ser como la misma cadencia de creer en la vida de esa personita que aún crece en su vientre, aunque recordando esa triste violación. Porque cuando en el alma de Jacinta, se vio gélida como la luna pinta al nácar virginal de la esencia, sí, en el alma de Jacinta se sintió como esa luna fría y tan álgida como el mismo delirio delirante de creer en el alma a ciegas de la pura verdad de que el instante se debate de una sola sorpresa en el alma buscando un sólo tiempo en que el amor se hiciera tan real como la verdad impoluta de lo que lleva en su vientre. Cuando Jacinta la que quedó encinta de ése mal hombre que le violentó su cuerpo dejando caer una semilla que crece desde la raíz del imperio sosegado de que su esencia y su insistencia se sintió como el mismo desenlace de creer en el reintegro de la vida misma cuando ocurre el mal instante de caer bajo las mismas sábanas de terciopelo en que ella preñada descansa. Y su mundo se convirtió en furia y mal tapiz cuando en su afán con un sólo lápiz le escribe a la vida, sintiendo en su osadía un mal día en que su estado de embarazo le amerita estar en cama por ser un embarazo de alto riesgo tanto para la madre como para la criatura. Y ella, sí, que lo desea y lo ama desde el vientre, pues, su forma y su manera de creer en el alma a ciegas se vio fría e inestable y enclenque como que su cuerpo yace de fríos y de nuevo infortunio por atraer y quedar más callada por esa violación que ella Jacinta calló por no perder su virtud e integridad como la vírgen del callejón. Cuando en su afán se sintió como el desafío y tan frío como el desastre de querer en el alma una sola insistencia y una manera de dar y de creer en el alma una sola verdad en que se sintió como el desafío frío e incierto como el saber de un sólo gélido en atraer lo insignificante de dar con la única verdad de que Jacinta está encinta y de un cruel violador. 



Continuará……………………………………………………………………………………………