Sólo tengo una voz.
Y sólo tengo un desierto de arena
en frente.
Aire caliente flagela mi cara.
Arena rubia el camino me quema.
Alzo la voz ,y se reseca.
¿Qué espero? Sentarme en la duna:
ver las caravanas pasar,
entrarme en mí,
mirarme en mí,
desmenuzar los pensamientos,
recordar los tres yoes que hube:
niño, joven y adulto.
Tres yoes en un solo Yo verdadero:
la esencia,
que no la substancia ni persona,
que se derrite mirando el ayer
del Tiempo.
Me hago pensante
frente al desierto inacabado,
de arena,reencarnándose el Yo
en actitud budista,
unido a los tres yoes del pasado.
Siento latir el corazón:
brota le fe cordial:
el Dios cordial que me consume.
Me mato la materia,
dejando irse el espíritu.
Ya no soy yo,
soy el Yo ansioso de la verdad ,
que busco, no en la tierra.
Me veréis y no me veréis
-ahí quedan mis versos
como testigo
del Yo transcendental-.
Sólo tengo una voz:
la voz que clama en en el desierto
de mi existencia humana,
trayéndome
el eco de mi otra existencia,
hecha polvo de arena,
que el viento arrastra por las dunas
en lágrimas de vida.
(Salvador)