Casi llegaba el ocaso; cómo llovía,
la esperaba a ella, que prometió que
llegaría después de las ocho.
Llegó la noche, como siempre la espera
termino; hasta dejó de llover, no me
di a la pena, salí de casa célebre,
con una buena cena, y unas copas
con alegría, porque sabía que era la
última vez que la esperaba.
Hasta el día de hoy no sé si me llama o me
envia mensaje, hasta cambie de Línea
telefónica.
Que tontería la mía, que ceno solo, sin echarme a la pena, que bonito
son mis días sin su compañía.