Uno de cada siete días la tristeza desploma los párpados,
el anillo se hace más oscuro,
se ve en la mirada la puerta del cosmos, frío, oscuro y sin señal de vida.
Uno de cada siete días despierta un hombre con el pene erecto rozando los estrechos labios de una vagina, café caliente, sin apetito, sin resaca, libre del trabajo, enamorado, sin sueños rotos, ni esperanzas, con el cielo despejado y frutos frescos en su jardín. Respondiendo al universo con una sonrisa.
Uno de cada siete días un monje tibetano se entrega a la muerte en las profundidades de una cueva, esperando reencarnar, apresurando el último aliento.
Uno de cada siete días un filósofo pretende encontrar una respuesta a un problema existencial con un par de preguntas.
Un gobernante promete erradicar la pobreza,
un científico desarrolla una nueva ecuación que nos acerca al fin del mundo,
un comediante nos hace reír destruyendo a otro individuo, cientos de personas arrojan una lata al piso.
Un miserable se llena de fe y un agraciado se burla de Dios.
Uno de cada siete días alguien escribe sobre lo que sucede en el mundo, sobre sus maravillas y atrocidades, con la mano ansiosa y el alma aferrada a los huesos para no perderla en una lágrima que arruga el papel y degrada la tinta.