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**~Novela Corta - El Niño que Esperó - Parte II~**

Ése hombre se había marchado lejos dejando estéril el corazón de Jacinta casi moribundo y lleno de temor y de miedos adyacentes. Porque cuando se marchó, todos lo saben yá, un muchacho que quería mucho a Jacinta al enterarse de la verdad impoluta de Jacinta por parte de su vecina María que habló y que dijo todo acerca de la vida de Jacinta, cuando no soportó más el murmullo ni las habladurías de la gente en el callejón ni en el barrio le propinó una golpiza a ése hombre que no deseó regresar más ni por el callejón ni por el barrio más y cogió sus trapos y se marchó lejos dejando al barrio tranquilo y a Jacinta parir su preñada vida con todos los cuidados pertinentes por ser un embarazo de alto riesgo. Y ella entre sábanas de terciopelo de las mejores descansando allí, porque sólo desea traer sana esa criatura al mundo y ella amó su maternidad desde el principio, aunque fuera una terrible y una triste violación por parte de un hombre que le violentó su cuerpo como la costumbre siempre del macho y con su machismo. Y Jacinta encinta, la que quedó encinta por una violación que ella no supo lidiar con tal situación por no expresar lo sucedido, quedó callada, mirífica y llena de temor y de una ansiedad atemorizante y muy espantosa de esa noche, si sólo fue esa noche de abril y la recuerda y más aún sabe la fecha del alumbramiento y tan exacta como su propio nombre Jacinta. Y Jacinta con una ansiedad débil, con un miedo intransigente, y con una desilusión mortífera de un temor inseguro entre su alma y más que su corazón. Ella, Jacinta, llena de espantos nocturnos, y de inseguridad indeleble, sólo se dejó llevar por la vida, y sus consecuencias. Atrayendo a la más fiel de la verdad, cuando en su afán de dar con la verdad sólo le soltó un hilo de esa cruel verdad de que su hijo que esta a punto por nacer y esta en peligro de nacimiento. Y Jacinta encinta, con sus cabellos hermosos relucen aún más su eterno brillo, y vislumbra a todo aquél que la mira a los ojazos azules de ese mar salado y abierto en bravío rompeolas. Y le dió por temor parir a esa criatura sin señales de existencia, porque cuando en el afán de dar con la pura señal de que esta en peligro eminente, ella, Jacinta aceptó los riesgos si se cuida de la mejor forma y al pie de la letra de lo que le expresó el médico que hiciera. En total, ella, no perdía nada en cuidarse ella y a la criatura, si solamente tiene veinte años y toda una vida por delante. Y Jacinta encinta de ése mal hombre, no hubo condonación, no hubo percepción, no hubo ni existió una pastilla para evitar el embarazo, no hubo delirio ni hechizo que le devolviera su vida, su decencia, su virtud y más su integridad con reputación limpia de mujer, y sin honrar su virginidad así quedó Jacinta encinta de ése mal hombre por callar, por borrar todo lo sucedido, sin saber ni querer sospechar de que sí existe el bien y la ley, que aunque sea intransigente existe para ese tipo de casos, pero, quedó enmudecer lo que la vida le pedía que expresara, si todo esto no hubiera llegado a extremos si Jacinta la que quedó encinta hubiera tomado cartas en el asunto verdaderamente y como corresponde. Jacinta dejó pasar el tiempo, y las habladurías comenzaron a sonar más y más, por su estado delicado de embarazo, hasta que su vecina María lo delató todo. Y ése mal hombre se fue por el rumbo y la dirección sin saber de su panadero. Y Jacinta la que quedó encinta quiso y con muchos recelos de la vida y con mucho amor maternal, que aunque le recuerda el triste sucedido de esa vil violación, cuando Jacinta quedó encinta de esa vil y mala situación. Si en el trance de lo imperfecto quedó mal herida, y mal devastada, pero, salió airosa tanto de habladurías como del embarazo. Y Jacinta la que quedó encinta y con María su vecina, y a su lado, parió el niño que esperó, cuando en su afán de niña y ahora con un niño entre sus brazos, y fue la alegría más grande para ella, cuando a ése niño lo tuvo entre sus brazos y fue una inmensa felicidad, porque después de todo el amor fue quien triunfó. Cuando Jacinta la que quedó encinta de ése mal hombre, fue y tuvo entre sus brazos la criatura más hermosa del mundo que era para ella. Y lo amó desde que lo vió por primera vez sin importar nada, nada de rencores, nada de odios, nada de malos recuerdos, ni nada de un mal pasado, sino que hubo futuro y un presente, en el cual, se dedicó en saber que su mundo era más que un mundo, y que existe la personita más inocente y sin más culpa que un ser humano que quiere vivir junto a su madre. Y exóticamente fue la vida así, como que el rumbo que persiguió Jacinta la que quedó encinta de ése violador, se vio contenta y con una felicidad extrema de querer sobrevivir en calma y como una verdad exquisita en querer sobrevivir de ese mundo cruel en que le había devastado la vida y más que eso la presencia de una jovencita de apenas veinte años, pero, no, no fue así, ella supo lidiar con sus emociones, con sus odios, y sus rencores y más con ése mal recuerdo que le dio la vida, y se fue sin rumbo, persiguiendo, la vida de su niño y dejando su corazón en ése niño que apenas, lo amó con todo su amor de madre, porque una es madre y una es quién lo puede ayudar a salir hacia adelante, y se edificó su forma de dar amor y de brindar protección cuando su niño así lo necesitaba cuando su mundo era grande y ése niño era muy pequeñito. Cuando en el instante de creer de que Jacinta la que quedó encinta de ése cruel y vil violador, cuando en la percepción de la vida dio todo por ése niño, un ser producto de una violación, pero, fue la cosa más hermosa que le había pasado a ella. Y su recuerdo de esa cruel violación se borró de su mente e instó a amar a ése niño como si fuera su propio corazón, sí, el niño que esperó, Jacinta. Y su mundo se volcó de una cruel vindicta hacia una eterna felicidad, cuando en el momento se vio en alegrías y lo cuidó y lo protegió hasta con su propia vida. 

Y el niño que esperó, Jacinta, sólo se vio con alegrías y con todo poder de amar a ése niño que vino al mundo sin la culpa de la vida ni de la insistencia que tiene la vida, con el deseo de ver y de sentir de amar a ése niño que tuvo entre sus brazos y lo quiso con amor y más con el corazón en pedazos uniendo al corazón con amor. Y en favor de ese amor el niño que esperó, Jacinta, fue creciendo y, sí, tomando las riendas de la vida entre sus manitas y sus piecitos la firmeza de la vida. Porque cuando en los ocasos de la vida, se vio entre lo más que quiso a su hijo, el niño que esperó, Jacinta, la que quedó encinta de ése triste violador, cuando en las noches a solas sólo la luna le recordaba el brillo de luna del color nácar de la luna blanca en el mismo centro del cielo, cuando le despojó sus vestidos y la hizo mujer a la fuerza, tirando a un lado su odio devastador y su mal inconsciencia impetuosa y dejando un dolor amargo entre sus piernas, si sólo el dolor se unió a la triste situación de Jacinta, la que quedó encinta de ése vil violador, sí, en el callejón abierto en que recordó a la luna blanca del nácar virginal de su color, se vio intransigente, adolorida, y en un mal estado, pero, la carita de su niño, el niño que esperó, se intensificó en la gran espera de ver crecer a ése niño que lo vio crecer con su alma devastada, de creer en el delirio frío de hacer sentir el amor en el mismo corazón llevando su esencia hacia ése niño que esperó, Jacinta. Cuando en su mundo se vio frío, y se vio fríamente en el alma desvestida de tiempo y de un sólo dolor en el alma muerta de recuerdos. Cuando cada vez que ella pasa por ese callejón y se vio fría y con un dolor en su alma sólo recordando a esa vil violación de ver el silencio entre su alma y su devastado corazón. Cuando en el alma se vio como el frío álgido y sin más ni más, que dentro del ocaso frío se sintió como el sólo desafío como el mismo verano que logró pasar en su camino devastado, y lleno de rencores y de odios mal inconsecuentes. Cuando Jacinta, la que quedó encinta de ése vil violador se aferró al olvido por su hijo queriendo olvidar el rencor, y el odio en su mismo camino. Cuando una quedó como el rencor de un sólo adiós, cuando quiso ser como el aire o como el desastre de creer en el alma a ciegas de amar a su hijo sin malas consecuencias ni malos ratos en poder recordar el mal momento que pasó en ese mismo instante en que ése hombre le despojó de su vestido y cayendo en el suelo como un vil siniestra y tan fría lluvia que corre en ser como las gotas del alma, gota a gota, y pulso a pulso un corazón en trizas, el mismo que Jacinta siente cada vez que pasa por ese callejón frío y tan desolado y lo peor con su hijo en brazos, en los brazos de una madre que ama a su hijo a pesar de todo. Cuando en su manera de creer en el alma y tan fría como en un sólo mal estado, ella, Jacinta se siente como el mismo dolor en su cuerpo, como aquél dolor que ella sintió cuando ése hombre le despojó sus vestidos en querer lo más prohibido por un sólo hombre en que quiso de ella lo más hondo de su ser tener relaciones sexuales con la jovencita de veinte años violando a su cuerpo y más dejando en ella, en Jacinta la semilla de un atentación y de un pecado como lo fue violentar a su cuerpo con una violación que la dejó marcada y para siempre. Cuando en el embate de la vida y en el debate de la desesperación calló lo que calla una mujer violada, cuando su esencia y su virtud no la quería perder más. Cuando en el momento se vio fría y tan álgida como el mismo frío de una conmísera existencia en dar con la verdad una sola realidad en el alma devastada. Y el niño que esperó, se vio fría y tan gélida como el desastre de creer en el alma como un suspiro que da cuando en su propia luz se vio como el desastre de sentir el silencio dentro de ese cuerpo violentado y por un mal hombre. Cuando en el delirio frío se vio álgida como el tormento, y como la cruz del viento sosegada y sin tambalearse, firme como la roca y como dura como piedra sin ser removida de lugar. Y se dijo que el silencio le embargó a su corazón cuando en el latido de su esencia y más de su putrefacto dolor, se vio en redención y renovando a su pobre ilusión en amor hacia el niño que esperó, Jacinta. Si en el huerto de ese jardín sólo, ella, Jacinta, se vio como el dolor, o como las mismas espinas de las rosas que quiso cosechar cuando ama a su niño, el niño que esperó. Y más que eso se vio Jacinta atormentada y fría como el dolor o como el mismo desenlace de creer en el alma en una sola verdad, en que se sintió como el suave delirio, peor, muy áspero como el mismo desenlace de creer en el final de la eternidad, pero, ¿qué eternidad?, si la eternidad ni existe ni se ve ni se siente sólo aquél que sabe de la eternidad siente que el final delirante en creer es que en su alma fría se va como llegó el frío viento y tan álgido como el desastre de creer en la falta de dar con el calor entre su más delirante delirio y tan frío como la comarca que crece como el mar en un solo desierto. Porque Jacinta lo sabe que el alma esta fría como en el amanecer un trago de esos en que quita la resaca de la noche anterior, pero, ella no toma, o sea, no es ebria, pero, ella se imagina todo como si fuera así. Y dentro del alma poder salir del frío o del viento en cada penumbra de la vida y en cada sombra del deleite de un delirante delirio y tan suave como en el ocaso frío dentro del imperio sosegado si se dedicó en cuerpo y alma a la crianza de su hijo sin mirar a nadie más que a su propio hijo y con celos de madre lo cuida y lo protege, pues, su forma de perder podría en ser mirar a su derecha o la izquierda aunque no haya ni exista nada. Jacinta la que quedó encinta de ése vil violador su hijo le recuerda esa vil violación aunque, ella, Jacinta trata de olvidar lo que en el pasado le ocurrio no puede de olvidar la sensación que le produjo ser una jovencita violada. Ella, juró no hallar más el amor, que nunca se entregará a un hombre, porque realmente no puede olvidar el momento aunque su hijo le recuerda más y más el mal momento, el niño que esperó, Jacinta, sólo se dedicó en ser como el alma sin luz y sin la eternidad de ella habló tanto dentro de sí. Cuando en el combate de dar y fraguar un buen instante con su hijo, se le vino en el recuerdo el mal instante en que ése hombre le violentó su cuerpo. Ése hombre regresó al callejón, cuando Jacinta y con su hijo en brazos, camina por el callejón perdido y tan frío como el hielo por que el instante se miró como el reflejo con la única verdad de creer en el alma a ciegas de la propia voluntad. Porque cuando en el embate de creer en la única mala sensación en su cuerpo se identificó ése hombre con un tal nombre y ella lo observa con su hijo en brazos se lo entrega a María y que fuera al hogar en lo que ella se encarga de la situación. El hombre se escabulle entre aquel callejón donde todos los observan desde que saben de la pureza de la verdad y, ella, Jacinta la que quedó encinta de ése mal hombre, se enfrentó a ése hombre. El hombre era mudo, y un mal hombre, ella lo insulta, le insiste de que se vaya, pero, él no se marcha jamás. Ella, lo toma por el brazo y le insulta diciendo de todo, pero, no era infructuoso el hombre calla como calló ella la violación, como escondió su verdad, su rencor y su odio, y más que eso su pesar, su estado de preñez, y más un hijo producto de una violación que nunca lo dejó abandonó ni irrumpió el mismo con un aborto, porque ella cree en la vida, en Dios y más que eso en el destino frío. Cuando en el alma se vio como el intransigente momento, y se vio como el mismo instante en que se cuece el alma de fríos adyacentes de iras inconsecuentes. Y se fue de tormento y de fríos inadecuados de iras y de insolventes funestos instantes de odio y de rencores de Jacinta la que quedó encinta después de esa triste violación con ése hombre que vuelve al callejón en busca de un perdón, y sin perdonar está Jacinta, pues, su mundo y su rumbo y su dirección se tornó desesperadamente inocuo con el niño que esperó en su vientre. 




Continuará………………………………………………………………………………………….