Toda Filosofía se verifica en el arte de comer.
Todo hombre se manifiesta tal cual es
con un tenedor en la mano.
—según rezaba el genio Salvador Dalí—
Tengo en este preciso instante
un punzante en la mano tenedor,
temor es lo que siento ante
lo que me pasa corriendo por la cabeza,
cerveza es lo que necesito, a raudales,
para contener la sed que siento,
pretendo el corazón pincharte
hasta la próxima gota de tu sangre,
hambre y más hambre de tu pecho
es lo que me borbota por los labios,
ya lo decían de Grecia los sabios
que siempre hay río donde hay lecho
y eso he hecho, pincharte, hasta beber
de lo más profundo de tu ser
el último aroma de tu elixir, existir
es mi deber y querer profundizar
en tu piel es mi deseo, comer del corazón
que sin ton ni son te late, a pedacitos
cortarlo y sazonarlo en pepitoria
para que ese sabor, mentiroso de ti,
se me quede grabado a hierro en mi paladar.
Vuelvo a empuñar delante de tus ojos
esta tridente tizona que me ensangrenta
el seso, es eso y no lo otro lo que quiero,
comerte por dentro, por fuera y por el centro
como si fueras un asado pimiento con cebolla,
la olla es lo que se va de pensarte, estandarte
blanquirojo exhibo en tu presencia
pidiendo abajar las armas en esta guerra
que por incruenta es maldita y macilenta,
y revienta tímpanos pensar las bombas
que tiraría contra tu lecho, de rosas, tu olor
a hembra sedienta de una sed que no existe,
que busca príncipes azules que destiñen
con el paso de los lavados, nadie es perfecto.
Como sello de este sincerarte te dejo
este billete, para que lo guardes como oro
en paño. Cuídate para ti, y más para mí,
no te gastes en peleas vanas, busca el sentido
a lo que haces y gasta tu dinero
nada más que en lo que merezca la pena,
vete llena de mi a la cama
y sueña con los angelitos —y con mis besos.