Mujer de cuarenta y tantos
Que estás frente al espejo,
Al fin vista sus encantos
Y desvista sus complejos.
Y no solo sus complejos,
Desvista también sus senos,
Desvista su cuerpo pleno
De collares y oros viejos.
Hoy no se ponga, mujer,
Y quítese, más bien,
Una prenda, dos, cien,
Todas, hasta nacer.
Y una vez llegada al mundo,
Aunque no libre de pecado,
Admire ese cuerpo marcado
Quizás por años iracundos.
Porque ni blusa que estrene,
Ni collares, ni pulsos, ni anillos.
A su cuerpo, le dan brillo,
Esos cuarenta y tantos años que tiene.