En instantes como hoy,
te recuerdo…
Medito que al conocerte
tuve nervios traicioneros,
fije tus ojos muy cerca,
y en ese retroceder,
siento frío…,
y me pierdo.
Te noté también nerviosa,
leí en ti algo de ansiedad;
estabas en tu trabajo,
justo acabaste de entrar,
así que, nombre y número,
una conversación muy corta,
poco tiempo para hablar.
Aseguré, de algo, su inicio,
¡por fin! –
después de añales
te encontré;
físicamente dotada,
con la belleza anhelada,
y esa voz…,
de la mujer que soñé.
Pero…
con esa noticia
de ser una dama casada,
la esperanza
se me fue.
Sin embargo,
como tanto me importabas,
yo…
quise dejarlo así,
y ya era tarde
para mi;
pues,
me había enamorado,
y por eso,
reversé.
Te vi tan entusiasmada,
confié…
en tu palabra de mujer,
la misma,
que tomó la tijera,
y con una
barata excusa,
demostró
lo que ha de ser…
A.Maestre