Déjame ver por unos instantes
qué es lo que pasa por mi mente ofuscada.
Déjame oír al silencio de voces penetrantes
decir que antes y después de ti no hay nada.
Déjame ver lo que nos une el uno al otro
y déjame ver lo que cruelmente nos separa
que parece ser más fuerte que nosotros
como si el destino mismo nos envidiara.
¡Qué disparate! Y pensar que te quiero,
pero tú no lo sabes porque lo he callado.
Y lo seguiré callando en la humedad triste del encierro
hasta que del baúl de los recuerdos todo quede olvidado.
Sólo déjame ver tus ojos, con los que no me miras
y oír tu voz con la que no me hablas.
Sólo déjame hablarte aunque no me escuches
en medio de este campo lleno de blancas cruces.