TRES AMIGOS Y TRES CAMINOS…. CUENTO
En cierto lugar de alguna parte, de algún país, se cuenta de tres amigos, que una noche, se pusieron de acuerdo para ir a un lugar llamado Tres Caminos. Al día siguiente por la mañana, ya estaban listos donde habían quedado de verse para partir, pero en ese momento, tuvieron la idea de que se fueran por caminos diferentes en honor al nombre del lugar al que iban para ver quién llegaba primero y así fue como partieron.
Cada uno tomó diferente camino para llegar a donde habían quedado de verse, con la promesa de que cada uno contaría lo que le sucediera en el trayecto del camino; no tenía mucho de haber caminado uno de ellos, al que pondremos por nombre, Ramón. Iba chiflando por aquel solitario lugar, cuando a lo lejos vio a un hombre tirado en el suelo y un caballo lo arrastraba, pensó —si voy, mis amigos van a llegar primero que yo… ¿qué haré? — Había avanzado un poco, pero se regresó y se dirigió al hombre que arrastraba el caballo, detuvo el caballo y levantó al hombre, lo llevó al río, lavó sus heridas, después lo puso sobre el caballo, lo llevó a una cabaña y lo alimentó y se marchó; estaba preocupado porque llegaría al último de sus amigos, pero muy contento porque fue útil por ese camino solitario donde no pasaba casi nadie, entonces, se sonrió de satisfacción de haber obrado bondadosamente, pues nunca antes había hecho tal obra de bondad.
Otro de los amigos llamado, Juan, ya muy cansado de caminar y bajo el sol ardiente, quiso refugiarse dentro de una cueva que vio a un lado del camino, solo que, al entrar, encontró que había dos hombres con la ropa hecha harapos, peleando por un pollo muerto, uno de ellos, se atribuía que él había matado el pollo y que le pertenecía, el otro decía lo mismo. Juan no halló qué palabras decirles para que cesara la pelea, y le dijo a uno de ellos: —A ver, dime, cómo lo mataste—, y este le respondió —yo traigo una resortera y le dí con una piedra—, y el otro dijo — ¡no! La resortera es mía yo se la presté— Sorprendido, Juan dijo: —qué hago, cómo pongo paz—, les dijo: —A ver, préstenme el pollo, ¿tú, para qué lo quieres? — preguntó a uno de ellos, —para comer, ya tengo varios días sin comer— Y dijo al otro —y ¿tú? —Para comer, mi familia y yo habíamos perseguido este pollo desde ayer—, agregó, Juan, —bien… Qué les parece si partimos el pollo por la mitad, y así los dos tienen pollo para comer—, no les agradó la idea, pero dijeron, —mejor es algo que nada, ¡está bien! — Lo repartió y se marchó, pensando... De seguro mis dos amigos ya llegaron y yo aquí arreglando un problema que no era mío, y dijo para sí mismo, —\"qué bonito se siente poner paz, que fácil es que los hombres entiendan que la paz no hace la guerra”— y siguió feliz su camino, orgulloso de haber arreglado un conflicto entre hermanos, ya no le importó si llegaba después que sus amigos.
José, el último de los tres amigos, fue el primero en llegar, se acostó bajo un árbol sobre un pasto verde, era el más feliz por haber llegado primero sin ninguna contrariedad, cansado de tanto caminar, se quedó dormido, de pronto lo despertaron unos gritos, eran de sus amigos, discutiendo quién lo había hecho mejor, si el que puso paz, o el que levantó al hombre que encontró tirado, ni uno de los dos quería quedar mal y discutían que la situación de uno era de más valor que la del otro, y así, tenían un altercado y no se callaban, despertó José y dijo: —¿qué pasa?— y cada uno le narró su hazaña, esperando que él se complaciera en darle el mejor crédito a cada uno, pero no fue así, dijo: —Ramón ¿te has puesto a pensar, qué hubiera sido de ese pobre hombre si tú no pasas por allí y ves que lo va arrastrando el caballo?, todo tiene su razón de ser, ¿cómo te sentiste por lo que hiciste?— a lo que respondió Ramón, —bien ¡muy bien!, yo nunca pensé ser movido por un sentimiento de bondad y todavía, conservo el gozo de haber servido a ese hombre—, dijo José —muy bien, ¿qué piensas tú, Juan?, ¿cómo te sientes después de haber intervenido en un pleito y haber arreglado que las cosas no pasaran a más?— ¡muy bien, más que eso!, contento, y me pude dar cuenta que los hombres peleamos por cualquier cosa, cuando podemos hacer la paz y no la guerra, solo se necesita hablar para llegar a un arreglo—, dice José, —te das cuenta, acabas de poner paz a dos hombres desconocidos para ti y con tu amigo vienes a pelear, nada más porque para ti estuvo mejor lo que tú hiciste que lo que hizo él, así es como se hacen las guerras por no ponerse de acuerdo en algo tan sencillo— Se abrazaron los tres amigos y dijeron: “bien has dicho, donde hay amor, hay paz y bondad, como nuestra amistad, inquebrantable a través del tiempo, somos amigos y seguiremos siéndolo, porque uno, pone paz, el otro amor, y el otro bondad, así fue como llegaron estos tres amigos a un lugar llamado Tres Caminos, para aprender que la amistad es perdurable. Ramón, Juan y José aprendieron que en el camino de la amistad se hace más fuerte y que se ama al amigo y se acepta, aunque no se esté de acuerdo, el amor, la paz y la bondad la sembramos nosotros los hombres de valor. Demos valor a la amistad…
Alicia Pérez Hernández… México.
No es la pluma la que escribe, es el alma
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\'\'Con este cuento participé a nivel cultural, en mi ciudad Juárez Chihuahua\'\'
entre cien compositores del estado de Chihuahua mi cuento quedo en segundo lugar
y gané la suma de diez mil pesos. Un cuento de mi autoría.
Dedicado a los que piensan que no se escribir de otra cosa que no sea AMOR...
Me gusta mas escribirle al AMOR.