Ya es callarse y caminar.
Solo, en soledad, dudar
un poco, y, descalzo, anudar
tu corazón desamarrado
a la huella del mar, tantas
veces abandonado.
Entre los pinares, viejos
y obsoletos, ofrecer una buena
cara, andar despacio, y observar
el poniente, bello espectáculo.
Mas no cuidarse, no; ahorrarse
en palabras, lo que gastas en actos.
Mirar el mar, tan ancho-.
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