Donde las avenidas subterráneas,
absorto. Donde quiebran cristales
con espejos rotos, loco. Donde los
monos cuelgan sus ademanes de silencio repentino,
y las maestras del octavo curso aparentan sumisión
a su capricho. Allí, donde crecen ortigas planchadas
que fustigan columnas de pétreo rubor agonizante.
O en las ensaladas de rigor de los colegios y baños
públicos. Allí, lejos del olor de los camiones y las basuras.
En los estamentos que guardan similitudes de rayo.
Y donde se estacan los filamentos de la guardia inicial.
Donde poso una nube en lugar de un ojo, y me frecuentan
las nieves de otro tiempo. Donde encuentro retorcidos mensajes
en mareas bajas y constantes. ©