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**~Novela Corta - Clara Luna - Parte I~**

En la “La Rue du Lune”, existe un prostíbulo llamado “Lune Claire”, y que en español se llama Clara Luna. En ese bar pernocta la sirvienta María Clara, sí, en el trance de limpiar y de tener exacto al prostíbulo para que en la noche sea exquisito tanto para los clientes y las que laboran allí. María Clara es una mujer de esas que su profesión es de limpiar y mantener todo el lugar en buenas, óptimas y limpias condiciones. María Clara cada vez que se torna insegura, pues, su tiempo y sus miedos la hacen devolver el siniestro cálido y más en saber de su cometido en dolores y en bruces caídas hacia el mal desenfreno de la vida misma. Cuando María Clara se vio como una pena más adolorida, cuando sí, su vida no cambia de momento, cuando en el momento se vio como el mismo tormento o como el mismo instante por creer en el delirio enfrentando la conmísera existencia en creer en el desafío inerte de la vida misma alma y enfrentó a su pobre alma en el mismo camino en que se vio inerte y sin condolencias algunas. Ingrato es el dolor, y más el alma fría de María Clara, cuando se edificó el instante en que se vio fría como el mismo desastre de creer en que limpiará toda su vida al “Lune Claire”, al prostíbulo de la vida misma. Sí, en “La Rue du Lune”, se vio atemorizante de esperas cuando se vio trabajando toda su vida y más como una trabajadora de servicio doméstico. Si María Clara, se vio fría e indeleble y mal inconsecuente cuando quiso ser la sirvienta del prostíbulo más comentada por el barrio en que “La Rue du Lune”, y llamado “Lune Claire”, cuando en su afán de trabajadora de servicio doméstico se vio intransigente y en un mal estado de sentirse sola y en una eterna soledad, y sin prácticamente nadie para ella. Y María Clara, sola y en soledad en su hogar piensa en su vida, si hubiera sido hermosa como la rosa qué hubiera sido de su vida. Si hubiera corrido la misma mala o buena suerte de esas mujeres en el bar, prostituyendo hasta el alma y más que eso sus hermosos cuerpos. Y sí se dijo buena o mala suerte si en el embate de dar con la verdad a cuestas de la sola razón, si era un bien en vez de un mal prostituirse. Y se dijo más que era problema de cada cual, y que en la verdad se dedicó en cuerpo y alma a amar a su profesión indeleblemente. Y quiso más y más en ser como la costumbre y en querer a su profesión como a la vida misma en ser como el dolor fuerte y más como la caricia de un buen hombre en la piel. Y se vio atormentada y fría y el “Lune Claire”, en soledad y en un clandestinaje suave y rencoroso y de un mal desastre en que cada quién lleva su vida cumpliendo su destino y más que eso su labor como la costumbre. Cuando en su afán de limpiar al salón del prostíbulo se edificó su esencia y más su perfecto clandestinaje en saber que su mundo se ofreció como el suave delirio, pero, era tan áspero como el agrio sabor de un dulce sin ser la vida correcta y tan perfecta. Como que el mundo se electrizó su forma de ver y de sentir el suave murmullo de querer el alma limpia, sí, tan limpia como ese salón en que ella barre a conciencia y de saber que su mundo se volcó de tal manera dejando la estela en un mar desértico de su cometido de limpiar el salón y dejar reluciente para los eventos nocturnos de prostituir hasta el alma y a sabiendas de que mientras ella descansa hay unas mujeres en ese bar llamado “Lune Claire”, en la cual se prostituye de tal manera y de tal forma como dejando el alma allí plasmada e indeleble en ese salón de ese bar. Cuando en el trance de la verdad se miró en el espejo en el “Lune Claire”, en ese espejo donde se marca la trascendencia y más en el alma destrozando la pura verdad de que será por siempre la dueña del servicio doméstico dando limpieza e impoluta reverencia hacia ese suelo por donde pisa el más vil de los hombres, el que compra a una mujer por poseer y tener un placer exótico entre la piel y su cuerpo, dejando marcada la vida y más que eso a su instinto de virilidad mal consecuente. Cuando en su afán de creer en el alma de una mujer se vio el hombre frío y mal gélido viento sosegado en las sombras de ese sol y de esas penumbras soslayando en el tiempo y más dentro de su propia alma. Y se vio María Clara como el “Lune Caire”, y tan claro como el agua o como el mismo viento abstracto y en claridad impoluta. Cuando María Clara clara como el alma limpia limpia el salón de basura, deshechos, y de una barbaridad de un desastre de sucio porvenir. Cuando en el alma se vio fría e indeleble como el mismo mirífico y nauseabundo destino que en el subrepticio de la libidinosidad del placer quedó detenido como el combate de creer en el alma comprada de un hombre hacia una mujer. Y María Clara observa todo desde una ilusión o una decepción de ser una mujer sin ser amada ni por un hombre que le comprara ni el alma. Una mujer de servicio doméstico que limpia y barre el salón donde ella quería ser la jefa o la dueña y mandar ella lo que ella nunca podía hacer. Si en el alma se debate de una sola sonrisa llevando el alma hacia una nueva perspectiva de ansiedad y de clara sobriedad en que el alma se siente como el mismo desenlace de dar con la impoluta verdad. Y huyendo siempre en contra de todo, y de una sola verdad se dedicó en un fuerte y en un indeleble momento en que se pierde el alma en creer en el alma a ciegas de la pura verdad. Y María Clara en el “Lune Claire”, en el prostíbulo de la dueña más exquisita de todos los tiempos cuando en su alma se debate una sola sensación de creer en el silencio devastado de iras y de una sola salvación en el alma fría. Si María Clara se fue de la vida sólo en su eterna profesión, como una limpiadora de pisos y de un salón, en el cual, se abastece de iras sin concluir cuando siempre la presencia adecuada es de María Clara.           

Continuará…………………………………………………………………………………………