Si digo agua beberé, si digo pan comeré. Pizarnik. El duelo pictórico de Zeusis y Parrasio. Enfrentamiento entre realidad y ficción en ambos casos. Muchos filólogos piensan que el mundo está hecho de palabras.
Solo el mundo de la Poesía está hecho de palabras.
Zeusis logró engañar a los pájaros.
Sus uvas eran de un realismo
exacerbante, un prodigio, un pincel
eléctrico generador de mágicas
imágenes —uvas picoteadas
por una bandada de pájaros
confundidos de embrujo.
Parrasio logró engañarle.
Zeusis pidió correr la cortina
a fin de ver el sedicente prodigio
tras de sí.
Parrasio, ni corto ni perezoso,
contestó la inexistencia de la cortina,
fruto de una alucinación óptica.
Él mismo, presa de la desconfianza,
se adelantó a tirar de la misma
hasta comprender su engaño,
hasta caer en la desgracia sensorial
de verse escamoteado de sus ojos.
Sumido en la más profunda humillación,
y postrándolos de derrota
asumió la capitulación de su genio.
Como frase en los anales, como sentencia
de frontispicio quedó una divisa emergida
de la boca de Zeusis, que reza así:
Yo conseguí engañar a unos ilusos pájaros.
Tú has logrado engañarme a mí. Te declaro
vencedor y Dios del arte del pintar, del imitar
con la sustancia del pincel las maravillas
de la Naturaleza...
Sobre el aforismo susodicho de Pizarnik solo abundar en su idealismo.
Las palabras no tienen alimento constatable más que para el alma, pero el cuerpo necesita de una certeza que está más allá del efecto fotoeléctrico de una palabra sobre la mente. El mundo está hecho de materia; nuestro mundo —que gravita sobre él como nido sobre rama— sí puede trabarse sobre la magia de la palabra.
Esta reflexión viene a la permeación tan intensa del postmodernismo —con su esencial idealismo como bandera— sobre un mundo líquido— al decir de Bauman— pero con cimientos de una solidez innegable.
Reflexionemos al respecto sobre la manía persecutoria del desdoblamiento de género en el decir general y sobre otras sandeces de similar calaña.