Polvorientas se encontraban,
mis lagunas de tibia plata,
y yo nada más que suspiraba,
quién me pudiera quemarlas.
Incinerar mi corteza rota,
mis esperanzas desangradas.
Por más que voces recordasen,
por quienes fueron guardadas.
¡Oh, ruinosa existencia!
Que rompa el muro miedoso,
que inunde pueblos sin esperanza.
Que mi negra sangre se derrame,
¡arranca, vuela, parte, arrasa!