Tal vez la indiscreción para evitar
en una conversación pesada,
hizo ella una mirada de soslayo,
muy a pena, con todo
nuestras miradas hablaron
de una conciencia mutua de atracción.
*
Pero no era tanto sus ojos,
de un azul zafiro deslumbrante,
tampoco sus atrayentes labios,
sino más bien su sonrisa cautivadora,
que atormentó mis deseos.
*
Se llenó la sala con más invitados,
un ajetreo de poco agrado,
sus risotadas y banalidades,
heridas para la sublimidad del hechizo,
maldije en silencio su intromisión,
un secuestro de mi vista a propósito.
*
Pánico e indignación me adueñaron,
había desaparecido sin un adiós
entre la muchedumbre, riéndose
estridentemente sobre mi desesperación.
*
Los golpeteos fuertes de la lluvia
y mi propio llanto de pena
me despertaron,
la frente con sudor,
mi corazon palpitando,
su sonrisa la ví,
cual un aparecido diáfano,
paulatinamente perdiéndose de vista
entre las tinieblas tétricas.
David Arthur ©®
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