no te conozco
aunque seas mi oquedad preferida,
no sé quién eres
y aspiro tu aroma de tempestad y anhelo
de miedo y de ternura
de sencillez y pasión.
No quiero verte.
Las palabras se suicidan en ti
y estallan en significados
como pechos henchidos de placer,
acaricio una frase
y mis dedos palpan lágrimas
añejas e inmemorables.
A ti, poeta, anciano venerable,
gracias.