Raiza N. Jiménez E.

Llantos de Gloria.-

Se han silenciado las vidas, ya nadie grita.

Todos respiran de a poco, de a poquito.

Muchos tienen miedo, de acabar con la brisa.

Se acallan los niños, ya no se oyen las risas

y aquellos tropeles de metras, ya no están.

*-*

Las madres, entre rezo y rezo, piden a Dios.

No sólo es por los niños, es por la tierra,

es por las mujeres y los hombres reclusos.

A lo lejos se escucha un tambor frenético,

es un sonido de llanto, y no es para celebrar.

*-*

Llevan a enterrar a un ángel y también, se

ha colado un santo, así se llamaba el viejo

que, por hambre y por achaques, se entregó.

Todo el aire encierra tristeza y pestilencia.

La quietud no es porque la noche llegó, NO.

*-*

Se precisa del silencio, para recordarlos a todos.

Es que se han muerto, buscando la liberación.

Contarlos se ha hecho difícil, es que son tantos.

Ya no caben en la memoria, y habrá que grabarlos,

sus nombres, irán al mármol, para que no mueran.

*-*

Dormir, lo que se dice dormir, ya no es posible.

El peligro de la canalla amenaza a la inocencia.

Han huido los sueños, el descanso y la vigilia…

Hasta los truenos que, antecedían a las lluvias,

se han marchado, van huyendo de las bombas.

 

Torrenciales son los llantos hoy humedecen la

soledad de las conciencias, es el olor y el dolor.

Los pechos se han ahogados en hondos suspiros.

Nadie quiere cantar, ni siquiera el guerrillero…

Duele la carne flagelada del vecino y de su hijo.

*-*

Se oprime el alma y de los ojos brotan lágrimas;

son faros que avizoran el futuro, ellos ya vieron

y miran en este presente, la vil y grosera calamidad.

Es que los \"salvadores\" solamente, trajeron la maldad.