Se han silenciado las vidas, ya nadie grita.
Todos respiran de a poco, de a poquito.
Muchos tienen miedo, de acabar con la brisa.
Se acallan los niños, ya no se oyen las risas
y aquellos tropeles de metras, ya no están.
*-*
Las madres, entre rezo y rezo, piden a Dios.
No sólo es por los niños, es por la tierra,
es por las mujeres y los hombres reclusos.
A lo lejos se escucha un tambor frenético,
es un sonido de llanto, y no es para celebrar.
*-*
Llevan a enterrar a un ángel y también, se
ha colado un santo, así se llamaba el viejo
que, por hambre y por achaques, se entregó.
Todo el aire encierra tristeza y pestilencia.
La quietud no es porque la noche llegó, NO.
*-*
Se precisa del silencio, para recordarlos a todos.
Es que se han muerto, buscando la liberación.
Contarlos se ha hecho difícil, es que son tantos.
Ya no caben en la memoria, y habrá que grabarlos,
sus nombres, irán al mármol, para que no mueran.
*-*
Dormir, lo que se dice dormir, ya no es posible.
El peligro de la canalla amenaza a la inocencia.
Han huido los sueños, el descanso y la vigilia…
Hasta los truenos que, antecedían a las lluvias,
se han marchado, van huyendo de las bombas.
Torrenciales son los llantos hoy humedecen la
soledad de las conciencias, es el olor y el dolor.
Los pechos se han ahogados en hondos suspiros.
Nadie quiere cantar, ni siquiera el guerrillero…
Duele la carne flagelada del vecino y de su hijo.
*-*
Se oprime el alma y de los ojos brotan lágrimas;
son faros que avizoran el futuro, ellos ya vieron
y miran en este presente, la vil y grosera calamidad.
Es que los \"salvadores\" solamente, trajeron la maldad.