Matias 01

Que serĂ¡ de mi hermano...

¿Habrá encontrado la felicidad en alguna parte?

 

Siempre se perdía -en ese rincón

que era el lugar donde le hervía la memoria-

mirando hacia la calle,

al caer la noche, cada vez que oía a los grillos

y al aire suave rozar -como aliento

que acaricia a las almas tristes- la vieja cortina

que más parecía mortaja de bruja.

 

Siempre le gustó la penumbra, mirar

desde un lugar sin ser mirado, querer

sin ser querido…

Siempre supo que era un subnormal

que de repente escribe cosas

que no es capaz de hablar y otras veces de hablar

sin nadie que lo pueda oír;

 

Hasta hace algunos años se sentaba, fumando

un cigarrillo, con los ojos rojos y un vaso de vino

al costado -aun cuando no le gustaba fumar

y al vino lo dejaba calentarse con el aire-

pero se permitía estar como un idiota

consigo mismo: creyendo,

imaginando y esperando quien sabe que…

 

A veces lo encontraba leyendo a Vallejo, Rimbaud,

Pizarnik y cualquier libro de historia antigua

-ensimismado- como si estuviera en una burbuja

o drogado con algún recuerdo;

También decía que tenía miedo al ser humano agrio,

al ácido y remoto desde adentro

y más aún al que está roto y quebrado desde su raíz.

 

En fin, parecía alguien que iba entre dos llantos,

todo monocorde, con las sombras mordiéndole

el alma y aprisa con su leña bajo el brazo…

Sin embargo, creo, tenía el valor de esa humanidad

que va en el verso triste, de esos

que llevan su dolor hasta el placer

y su gemido como una fruta en el alma.

 

Ahora que ya no está -me pregunto- 

¿Qué será del alba sin sus luces?

Y qué del vino sin su sanguínea espera,

de su sombrero formal, del humo blanco de su pena.

¿Qué será del rincón donde ya no cae nadie,

y del minutero que suda cada uno de sus pasos? 

Que será de mi hermano, ahora que olvido mucho

recordando…