Amo la niebla de abril,
o abril, bajo la niebla de la tarde.
Saber que Lima sigue siendo gris
aunque el sol la maquille en verano.
Caminar con la mirada en mis pasos,
sin saber dónde se agotarán mis huellas.
Y llevar siempre un libro en la mochila
para detenerme en ese mismo parque
y esa misma banca que siempre espera
las hojas que ayer dejé pendientes.
Rodeado de bruma y tibio frío,
lejos de todas las cosas.
Incluso, de mí mismo.