María Clara en súbita muerte hacia su propio empleo como trabajadora de servicio doméstico, se siente fría y desolada, inestable e insípida. María Clara conoce a la dueña del prostíbulo, \"Lune Claire\" en \"La Rue su Lune\", la calle desolada por el día, pero, por la noche se llena de gente, y del mal inconsciente por la compra de mujeres en el sexo. El prostíbulo lleno de gente, y de un mal intransigente, desolado por el día, y más por el amanecer, ella, María Clara, se apacigua su esencia con el aroma del cigarrillo, con la virtud que lleva ella, que es honra de la de verdad, sintiéndose la doncella más bella y más hermosa de todos los tiempos. Se llenó su alma de dolor, cuando quiso bailar en medio del salón, como si fuera una diva de ese cabaret. Comenzando una esencia y una muy mala virtud dejando caer en el silencio una verdad que quizás se llenó de bondades, cuando en el delirio frío hechizó su forma de ver y conocer a la dueña del cabaret, \"La Leona\", le apodan, porque en verdad parece una leona al defender y proteger lo que es suyo, con ímpetu, con impecable recelos de la vida misma, cuando en su afán de querer y amar sus sueños se llenó de esencias, y más que eso se abasteció de conmísera atracción de ver sus sueños realizados y como toda dueña de ese lugar hermoso, que para otros es repudiado y más que eso odiado. María Clara, se presenta con la dueña del cabaret “Lune Claire” como la señora del servicio doméstico. Y se vio fría y tan miserable, mirifica y con temor de un sólo horror en creer que la dueña del cabaret era su ídola, y María Clara su más fanática fiel. Se vio María Clara como el dolor o como el frío delirio que le causó la vida y más que eso se vio fría y álgida como el mismo hielo en el refrigerador. Y María Clara en el torrente de soledad y sólo trabajando como servicio doméstico, sólo se siente como una botella en el medio del mar y con un solo mensaje como pirata sin destino ni camino. Cuando en la trance de la verdad en el mismo adecuado de un mal porvenir en que se cuece de llanto por no poder haber sido como toda mujer hermosa y verse realizada y no en sola soledad quedó María Clara como un mal adherido de imanes sueltos en su vida y no como el \"Triángulo de las Bermudas\", adherida a su labor como servicio doméstico por toda la vida y el resto de su existencia. Cuando en la mañana y en la amanecer ve toda la basura de la noche anterior en ese cabaret, queda sórdida y tan cruel y tan devastada como volver hacer su trabajo, limpio y según impoluto proceder. Maria Clara, sólo quiso ser como la aventura y no como el infortunio deseando barrer toda suciedad en el alma y más por el suelo por donde se pasea el más de los débiles hombres, el que compra a una mujer por el subrepticio sexo. Cuando logra María Clara derribar el conmísero trance de creer en el camino por correr y sin caminar. Cuando en la trance de la verdad se se aferró María Clara a conocer a la dueña y fueron muy amigas y en el trance de la existencia se vio fría y mal inestable cuando se apaciguó la calma y con un adviento de caminos sin sentir el coraje de creer en el universo mágico. Cuando en el opaco trance de creer en la conmísera atracción de ver el camino como los hombres llegan a comprar sexo de una mujer por exótico que le pareciera o por el clandestino del momento. Porque cuando María Clara llega a ser muy amiga de la dueña y se convierten en casi hermanas y pasa exactamente cuando María Clara limpiando el salón riega en todo el suelo del salón un líquido nuevo o un detergente de piso para lavar y la dueña del cabaret resbala y cae al suelo matando y muriendo con su débil corazón. María Clara se entristece mucho, pues, desde el momento en que María Clara conoce a la dueña del cabaret pasan exactamente diez lustros. Ya María Clara era vieja y aún continúa en el cabaret y más aún tenía fuerzas para seguir luchando y más para seguir sirviendo como trabajadora del servicio doméstico en el \"Lune Claire\", que en español significa \"Clara Luna\". Y se vio María Clara atormentada y fría e inestable añorando la vida de la dueña del cabaret \"Lune Claire\". Porque cuando se abre el silencio en el cabaret de la dueña del evento nocturno más real se convierte ella, María Clara en toda dueña y señora de ese prostíbulo heredado por la dueña, porque dijo en su testamento que era una mujer sola y que en realidad no tenía a nadie más que a María Clara, como su mejor amiga, confidente y hermana de la vida. Si María Clara era transparente, translúcida, y sin maquillajes, sin rubor en la cara y se vio mortificada de espantos. Porque cuando en el alma de María Clara se vio fría y tan desolada entristeció de tal forma que se aventuró en la forma de atraer en la vida un solo infortunio el de ser comidilla social y murmullo entre la gente y más que eso se convirtió en la envidia de todos en el lugar. Y esperando por su herencia se tornó insegura, llena de pavor y de espantos nocturnos cuando en su afán de creer en la conmísera aventura que tenía la vida por delante se vio María Clara envidiada, insípida, e inestable como el jardín lleno de rosas muertas porque solo se ven marchitas como su propia alma devastada e insolente a la vida misma. Y la dueña del cabaret resbaló en el suelo como se desliza en el hielo un pingüino. Cayó y resbaló como una mala suerte, o como el demonio en cobarde presencia. Y se deslizó su vida, y le llegó la muerte siendo la dueña del cabaret. Y siendo una mujer inerte, suave y delicada y queriendo amarrar la suerte hacia su venidero y postrero desenlace. Y de una virtud hacia la nueva descendencia de una mujer en el alma. Y de una suave y descendente muerte se vé como la alborada fría y tan nefasta en decidir una fuerza entre la vida y la muerte. Demacrando una vida a muerte segura y a una vida inestable cuando la esencia y la presencia de toda una vida se vé fuera de esta insistencia y de manera más vil y tan hábil como el pan nuestro de cada día. Cuando en la alborada fría de un nuevo amanecer se vio fríamente indeleble al imán putrefacto de la muerte misma. Cuando la dueña del cabaret deslizó su presencia y vá su vida en el tiempo y más en el porvenir incierto de un cada día. Cuando María Clara se siente culpable y más intransigente en el tiempo y más con avidez inocua de un sólo perecer. Porque cuando María Clara se vio fríamente gélida como el hielo fue cuando cayó en ser la culpable de ese vil desenlace del resbalón y del deslizamiento de la dueña del cabaret, “Lune Claire”. Porque cuando en ese vil siniestro se parece a cada resbalón de la vida, se dio un inmerecido desenlace, porque realmente la dueña del cabaret “Lune Claire’, era tan buena como el mismo amor en el corazón de ella. Y María Clara todavía en el siniestro cálido de un mal perecer cuando se dio un vil tormento en caer en el mar desértico de un mal común. Y María Clara automatizando la gran espera y tan inesperada de un porqué escondido entre la misma multitud en que se debate una gran inmerecida muerte de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”. Cuando en el altercado frío y de un mal instante se hiere a pulso a pulso, y gota a gota de sangre una malherida, punzante y desbaratando la osadía de entrever una manera irreal de atreverse a desafiar en la calle “La Rue du Lune”. Y se vio mal inconsciente por una ira devastadora de María Clara en ser la vil culpable de ese resbalón a cuestas de la vida mal parada del siniestro cálido de entrever la sola razón, cuando la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, sí, en el mismo instante en que las señoritas se van a vender en sexo y más por la conmísera desventura, y en un sólo infortunio deciden llevar la ciencia marcando una vil y siniestra presencia, de María Clara como la heredera de todo el cabaret “Lune Claire”, y en “La Rue du Lune”. Y así fue y se fue María Clara, a amar bajo la fragancia del cigarrillo de ese cabaret, queriendo ser comprada como toda buena mujer en el sexo. Y María Clara se fue del trance y más que eso se fue de la vida dejando inerte al corazón y a la razón destrozando la vil manera y la forma de creer en el trance mayor de un infortunio dilatando la forma más inoportuna de creer en la misma manera de dar con su instinto diluyendo el hielo de su alma y más de su triste corazón en la forma de sentir el más cálido verano y llegando hacia el otoño porque fue la gran heredera de la gran fortuna de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, y dejando a varias señoritas de la prostitución con su más apreciado cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, acechando la forma más convincente de creer en la forma de amarrar la vida en un sólo soplo de la existencia inocua, llevando en sí la fortuna del bar y cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, dejando una cruel desavenencias automatizando la inesperada espera de creer en el alma a ciegas de la vida misma. Y con la desesperación hacia la luna en el bar “Lune Claire”, María Clara en total claridad y en un altercado frío y benevolente se vio fría, y mal inconsciente de creer en el alma a cuestas de la rica sensación y de creer en el altercado frío de querer amarrar la vida y más la esencia de un nuevo porvenir ocultando el siniestro cálido de creer ser una diva del escenario del bar o cabaret “Lune Claire”. Porque cuando se aferró al desierto mágico, en cada cual, se vio intransigente, insípida, transparente y translúcida, de una forma y de una manera conceptual de dar con la prisa de hallar y por encontrar a un nuevo amor. Y desnudando lo que quedó en el alma a ciegas de la innata verdad, se electrizó su forma de dar con el panadero de su fortuna y con el infortunio desenlace de entrever en una sola razón una delicada forma de creer en el alma devastada en una sola caricia de ver el alma sin una sola contemplación. Porque cuando en el alma quiso sentir el deseo de tener un alma quiso se esa alma tuviera luz y de la buena. Y llegó el día de leer el testamento de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cerca del cine más prestigioso del área en que se halla el prostíbulo “Lune Claire”. Y María Clara tan clara en su poder de trabajadora de servicio doméstico en el prostíbulo, se edificó su forma de ver las cosas de otra perspectiva y de otra manera, cuando el notario leyó la herencia de la dueña del prostíbulo, dejando una fortuna en manos de María Clara, la trabajadora del servicio doméstico. Cuando por aquella vez se tornó áspero el momento de dar la solución marcando un sólo tiempo en la forma de dar con el panadero de una sola soledad y de una sola descendencia. Cuando en la forma de dar a prontitud lo inestable de una sola osadía se vio atemorizante y marcando una forma de dar con la impoluta verdad. Y de creer en el alma a ciegas de María Clara y con tanta claridad se tornó dolor y desavenencias edificando su dolor y apaciguando la conmísera esencia, de dar con la verdad impoluta de creer en la forma de ver el cielo una sola verdad y tan infinita como poder dar señal de una sola caricia en el alma y una sola mirífica inestabilidad emocional. Cuando en su afán de creer en la manera de creer en la sola verdad, María Clara, se vio inestable, frígida, y tan friolera como el mismo hielo en el refrigerador. Sí, ella, María Clara se atormentó por un afán de creer en el mismo debate en dar la vida en contra de aquel oscuro salón donde la dueña del cabaret resbaló y se deslizó la forma de envenenar más su vida, en contra de todo aquello que formó su ciencia sabiduría en saber discernir con la fuerza de aquel rumbo de aquel salón en soledad y sin la debida vida misma, en la cual, se vio mortífera la vida. Dejando inerte la esencia como la vida misma en cuanto al valor de su propia alma, pero, quedó inerte y fugaz como el viento, y como el mismo dolor en el alma fugaz de creer en el desierto, mágico, y trascendental, pero, ella, ¿era culpable o no?, de la muerte de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la calle más habitada por hombres esperando lo exótico y por lo más exhuberante, “el sexo”.
Continuará……………………………………………………………………………………………