Vivir muriendo, sin vivir
merodeo el obelisco erigido
en mi diaria contrición,
fraguando estrategias ya esgrimidas
durante años de reyertas perdidas,
arrepentido bajo una sombra
que no absuelve de culpa,
acoso su indulgencia en pos
de purgar mis penas, sin saber
que prescrita por sus labios
ya esta mi condena.
Contrito conservo la dolencia
de saberme desmantelado
en la intrínseca búsqueda de piedad,
concibiendo en mi demencia
el fallo emanado estando ausente,
sin apelar fui juzgado y penado
por la apatía silente del olvido.
Enlutado visto mis días infausto
emulando una sonrisa calcada
presa en el tiempo de mi memoria,
en donde hubieron roces, labios,
piernas largas cual madreselvas
que protegieron como madres
y sosegaron como amantes mis penas.
Afligido escudriño un albor
que de a mis fuerzas aliento
para seguir vegetando sin riego
en esta absurda agonía impuesta,
custodiada por la soledad,
donde solo la muerte benigna
es electa portadora de libertad
y la paz eterna es sinónimo
de felicidad…