Y María Clara siendo la trabajadora del servicio doméstico, se llevó una triste sensación en querer lo que más converge en el alma en quedar como la fuerza de querer una manera o una forma de atraer la vida y más que eso en la esencia de creer en la forma más real de dar con la verdad. Y se electrizó su forma de dar con la verdad cuando se leyó el testamento de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, y sí, para colmo era María Clara, la nueva dueña y señora de todo junto al cabaret, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando en el embate de dar con la verdad, se vio fríamente abatida y de tal forma caer en el imperio sosegado de un sólo tiempo y de un sólo deseo y de un sólo mal tiempo, cuando ella, María Clara, sí, para todos y todo era la dueña de todo y más del cabaret, “Lune Claire”, donde creció la envidia y más el sosiego de dar con la verdad y tan fría, como buscar la impoluta verdad de creer en la conmísera existencia, cuando en el altercado en creer una sola señal, y un sólo desafío, en el cual, se vio efímero el poder que tenía María Clara ahora con su herencia por la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando en el altercado se vio fría y más que eso insegura apartando su mundo se vio álgida y mal inconsecuente. Cuando en el paraíso se vio fría, pero, insolente su alma y con un altercado indeleble en poder creer en la conmísera desventura y con un sólo infortunio devastador. Si se dedicó en fuerza y alma, en cuerpo y corazón a naufragar en la desesperación, si todo quedó como si nada hubiera pasado. Cuando en el tiempo y más que eso se vio frío el suelo del salón por donde se pasea la vida misma, y como el viento único soplando lo húmedo del suelo para secar su trayecto. Porque cuando en la floja soga en que ella camina se vio atormentada e indeleble. Cuando en el principio de un todo se vio mirífica de espantos, cuando en el suburbio de un sólo todo, se vio fría e inestable de pavores y de tenaz ambición cuando en el altercado frío se vio indeleble y llena de pavores inconclusos de ansiedades. Y de un comienzo eficaz se tornó desesperadamente inocuo el instante de querer una sonrisa, pero, era más una débil tristeza en que sólo se tornó desesperadamente en una forma traviesa, el querer llorar porque no era más que la vida sin la vida de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, por la calle más transitada por hombres comprando sexo. Cuando en el altercado frío y benevolente en la vida de María Clara se vio mortífera, mirífica, y espantosa y llena de miedos, si vé al fantasma de la dueña del cabaret resbalando su vida en el comienzo de un sólo tormento. Cuando en la vida se dio lo más ambigüo en querer formar una sola sombra o penumbra al lado de María Clara o sobre su propia alma inquieta de temores adyacentes y con perder la esencia se vio María Clara. Porque cuando se tornó insegura se vio candescendente en fiebres y con temores de angustias cuando en su alma triste se vio con el pasaje de ida y sin regreso. Cuando en el alma de María Clara, se tornó fría y descendentemente como el alma más fría y como el mismo hielo y tan álgida como el mismo viento. Si María Clara, recibe el testamento de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, ella, María Clara titubeó y quiso ser fuerte, pero, se tornó insegura, e inestable con las fuerzas que ella siempre posee. Cuando en el tiempo y más en el ocaso de ese día se vio fría y mal consecuente de creer en el altercado frío que lleva por dentro, desde que puso saber de la verdad de que le había dejado todo, incluyendo la propiedad de un cabaret llamado, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando en el instante se vio fría y tan álgida como el mismo tiempo, Y sintiendo el calor en sus manos sudadas por la vida conmísera, y de una fortuna heredada que estuvo entre dos y tres si aceptar o no. Y todo porque ella, María Clara, se siente como el tiempo y más como el descanso de una frívola herencia que se tornó envidia como la hoja seca en otoño. Cuando en el alma de María Clara se vio atormentada, fría y tan álgida como poder revivir el alma en cada suspiro, pero, no, no era así, si su tiempo se dedica en ser como el tiempo o como el mismo imperio soslayando de culpas y de muchas directas en el alma fría, y con sosiego de creer en la misma mísera, y con una fría alma sin calores. Y sin sentir el suave deseo y desnudar la vida, se vio tan álgida como la misma mísera de su larga existencia. Cuando en su alma se vio como tan perdida, desolada y tan fría como el mismo hielo en el refrigerador en la misma alma. Porque cuando en María Clara se vio álgida y fría se sintió y tan desolada como el mismo imperio, cuando leyó la herencia de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando quiso en ser como el alma funesta, pero, tan cálida como el mismo frío o como el mismo desenlace frío de ver en su camino, el mismo frío en que se sintió como tan suave es el frío. Y un sólo porvenir incierto se sintió como tan pasajera es la vida, y sintiendo el más delirante de los anhelos fríos y de unas adyacentes penumbras de una sola soledad, cuando María Clara, se vio entre dos piedras, la vida y la muerte. Y sintiendo el dolor de no saber a ciencia cierta si su destino era frío o como el ir y venir lejos de la vida, cuando en el tiempo y más que eso se tornó desesperadamente en el tiempo se vio fría y tan álgida como el mismo viento que le roza en la piel desnuda, de sin sabores, porque, al fin y al cabo, se vio atormentada de gélido porvenir en el alma desierta en constante murmullo social, y de una sociedad de indecente proceder, como lo es la prostitución en el “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la calle más habitada de todos los tiempos. Y más sin razón ni perdón se perdona en el tiempo y más en la conmísera vida y de una existencia tan larga como haber vivido junto a la dueña del cabaret “Lune Claire”, y en “La Rue du Lune”, cuando en el tiempo se vio atormentada de espantos en querer ser como la razón en cada delirio desnudando al ocaso y más al tiempo frío en cada pedazo de la piel. Si como fuera en el delirio una vida, en la cual, se siente como el mismo desafío entre los que cosechó y lo que más heredó de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, como si fuera en el altercado friolero y frívolo en heredar algo casi tan trascendental. Es como si hubiera sido un mal tiempo en cada delirio del alma viva muriendo en cada letra del alma muerta. Y en cada suspiro del alma una sola verdad que en cada delirio socavó un alma en pena devolviendo la razón a cada principio de la vida misma. Porque cuando en el tiempo quedó tan mísero como el mismo panorama con una herencia que no debió escoger nunca. Y María Clara, la que su dolor se abasteció de calma y de iras acometidas porque en el alma se fue la luz, cuando heredó lo que más quiso, una fuerza en el corazón vivo. Y desnudando la sonrisa en cada tiempo se debate una verdad en cada palabra de la razón en la sola soledad y en cada tiempo una sola sensación cuando se nombró el nombre de María Clara en el testamento de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando en el tiempo y más en el ocaso se debate una sola verdad y en cada suspiro del alma una sola razón. Y en cada delirio delirante de creer en el alma muerta y en cada respiro una sola cruda realidad en que se debate una triste certeza. Porque cuando en el alma se sintió una cobarde atracción y en cada saber de la razón una cruda realidad de que está muerta de horror y de miedos como la gran culpabilidad que encierra su alma de tiempo y sin mirar jamás de un tiempo en que se da como el mismo ocaso en el tiempo. Cuando en el tiempo se dedicó en la fuerza de querer tanto en la vida misma quedando huérfana de luz y con un miedo fatal en el alma. Porque cuando ocurre el tiempo y más el ocaso vivo de fiel proceder se vio María Clara como un torrente de sensaciones buenas y por saber de su instinto delicado y tan suave y tan refrescante como el tiempo y en cada respiro un suspiro de esencia que se siente como lo más delicado del alma a ciegas. Porque cuando el alma se aferró al deseo de la libertad se vio aterrada de fríos mal inconscientes de querer navegar por el frío desnudo en querer aterrizar en plena libertad como la forma y manera de la culpabilidad que María Clara siente en su corazón como el desastre de comenzar una herencia y una verdad y tan cruel y devastada en ver el corazón como un sólo latido en vez de amar una sola libertad. Cuando María Clara sólo siente un perfecto corazón por saber de la sola razón sabiendo que era la única heredera de la fortuna de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Re du Lune”, cuando en aquel momento se fue de la vida, y más cuando en medio de la vida se vio atormentada y fría como la vez aquella de tiempo y espacio cuando la vida se vio enredada de cruel desavenencias, de envidias y de un mal infundado. Cuando en el alma se sentía como la más vil calma cuando a la vida de María Clara se vio fríamente enfrascada de tiempo y de una sola solución en que el deseo y el tiempo se da como aquella vez que comienza en la vida la misma muerte perecedera cuando en el alma enfrasca un tormento de esos que comienza la vida misma, cuando ocurre el trance de lo imperfecto de la vida una herencia que le partió el alma a María Clara con el prostíbulo llamado “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la cual, se siente y se percibe como la más candente alma con el mismo tiempo, cuando se siente como el mismo combate de dar en la misma vida una presencia que prosiguió en el alma como una verdad en la sola soledad, cuando en la verdad se sintió como desnudar la vida misma en contra de la misma vida a muerte de seguir y por una culpabilidad que lleva María Clara en su alma. Y desbaratando la vida se fue de la vida misma cuando su esencia se fue como la vida misma en la herencia que heredó María Clara en el testamento de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, cuando en el alma se vio en el desierto efímero de creer en el alma desierta de María Clara. Cuando en el alma de María Clara se creyó que se veía fría y desértica como la misma sensación de tener un alma en querer su forma y su manera en dar una sola esencia como la forma más vil en querer su más vil forma en atraer una forma en querer una sola atracción. Y fue María Clara la que en el alma se vio como la forma en dar lo que quiso más en el alma una sola verdad en que se dedicó en la forma de creer en el alma una sola sensación en que se formó la verdad en querer formar a toda sola verdad. Cuando en el alma de María Clara, se fue como la misma verdad en que se cuece el alma fría de desventura e infortunio delicado en poder creer en el alma de dar una perfecta sensación de dar una sola razón en el alma bendita de dar una conmísera atracción de querer en el alma una desértica razón de ver el cielo sin tempestad ni tormenta, pero, el cielo sin libertad en el desierto frío sin mirar lo que encrudece en el tiempo y más en el ocaso frío en un sólo tiempo en la vida de María Clara. Cuando en el tiempo y más en los ocasos vivos de tiempo y de rico proceder fue María Clara a celebrar con prostitutas la herencia que heredó de la dueña del cabaret “Lune Claire”, y en “La Rue du Lune”, cuando en el silencio se debe a que la verdad se aferró en el desierto una verdad y tan fría como la misma tempestad fría que se avecina en la calma y más en la misma rica tempestad en que se dedicó la fuerza de querer una fuerza en el alma en una eficaz tormenta en que se dedicó en ser la única heredera de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la calle más transitada por los hombres que compran el sexo en el prostíbulo más cercano de la vida misma. Si en la esencia más fría se debió de entretejer una verdad fría, cuando en el tiempo se dedicó en la forma más vil de la esencia más fría de sentir la pureza de la verdad, cuando a la verdad y con la herencia de la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, sí, en la calle más transitada de todos los tiempos se vio atormentada por la fría culpabilidad de creer en el alma desértica cuando fue una trabajadora de servicio doméstico del prostíbulo “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la misma calle en que los hombres compran el sexo. Cuando en el altercado frío de la verdad se fue María Clara a celebrar con las prostitutas del cabaret “Lune Claire”, la herencia que le dejó la dueña del cabaret a María Clara. Una de ellas le indaga que ¿qué vas hacer con tanto dinero?, pues, en su forma de trabajadora como servicio doméstico sólo se sintió como el piso tan húmedo como en el otoño como las hojas secas que con el viento seca todo suelo. Cuando en el alma de María Clara se vió atormentada y fría e inestable y delirantemente álgida como el mismo viento que le roza el alma dejando un sólo ímpetu en caer dentro de su solo corazón, y no contestó la pregunta. Cuando en el esfuerzo en demostrar su cometido en bruces caídas por la vergüenza que ella siente por ser casi la culpable de ese crimen sin sentido, cuando ella cree en haber cometido algún delito en contra de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, cuando en “La Rue du Lune”, quedó automatizada la espera de esa calle transitada de espera y tan inesperada como el ocaso vivo de una idea en soledad, y se compuso de ese vil y mal recuerdo cuando la dueña del cabaret resbaló por el suelo dejando la vida caer en una sola muerte. Y en el embate de dar el reflejo en cada letra del alfabeto quedó delirando en un cometido de bruces caídas y al querer caer cayó de manera tal como en un espejo mirar a su propia alma descender de lo inestable en dejar morir su propio instinto en que murió la dueña del cabaret, “Lune Claire”. Si en la forma de sentir el silencio en su mente María Clara y más en su corazón cuando la prostituta le preguntó esa pregunta, la cual, se dio con la forma de caer en el silencio automatizando la magia de creer en el adviento de dar con la forma en aumentar la certeza de esa cruel mentira de no saber nada de la muerte de la dueña del cabaret en “La Rue de Lune”. Cuando en el alma de María Clara se vio fría y tan álgida como la misma pregunta en que se vio María Clara en el trance de la verdad en que es la culpable de la muerte de la dueña de cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”. Cuando en el trance de lo imperfecto se vio automatizando la espera y tan inesperada como que el deseo se vio efímero como la misma certeza de creer en su alma fría y por demás con un dolor muy fuerte en su alma buscando el amor, pero, en el dinero y siendo rica como la dueña de ese prostíbulo llamado “Lune Claire”, se vio fría y álgida a lo que ella con clara respuesta le respondió en que el deseo se torna oscuro y tan pesado como el mismo mal instinto en que se torna desesperadamente inocuo el instante de creer en el amor al dinero, pero, no siendo sólo una trabajadora del servicio doméstico, cuando sólo pensó e imaginó en el combate de dar con la mala situación en saber que su esencia no era de riquezas sino de amor a su trabajo y decide lo que jamás pensó nadie. Y María Clara sintiendo las fuerzas de su propia alma se vió fría y álgida pensando en qué va hacer con la forma de ser la única heredera de la dueña del cabaret “Lune Claire”, cuando en el tiempo y más en el coraje de creer en el intercambio de sus riquezas por amor a su trabajo se vio inalterada, inestable e insípida e impasible, y se vio aterrorizada de un espanto nocturno. Cuando en el alma fría y tan álgida como el nuevo deseo en ser la rica más conceptual de un sólo todo, se vio gélida como el mismo hielo y como el mismo ímpetu de creer en el combate de dar con la sola señal un altercado frío e inestable como el instante de creer en la forma de sentir el silencio en su camino más frío y todo por la riqueza en su mundo y no como trabajadora de servicio doméstico. Y siendo como si fuera un altercado frío y tan friolero se dedicó como la vez en que el silencio se dedicó en ser la María Clara de siempre y más la casi culpable en alterar su forma de dar con el tiempo una sola salida en el alma, cuando murió la dueña del cabaret “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, en la calle más indeleble del sexo comprado y con las prostitutas en que le dejó la dueña como herencia. Y se fue María Clara hacia el trance de la verdad en creer en el alma con la fuerza de dar con la verdad leal de saber que en su vida se torna inusual, pero, en el corazón una sola verdad efímera, pero, tan trascendental de una forma casi real. Cuando en el frío sosegado y soslayando en una forma de creer en la forma de las indirectas y más de las habladurías de la forma más vil de creer en el trance de lo imperfecto con la señal de que será una cobarde e intransigente y sin poder decir o expresar la impoluta verdad o en la querida sensación de una pasión escondida en amar en lo que más quiso en ser como la trabajadora de servicio doméstico de que es culpable de esa vida muerta de la dueña del cabaret, “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”. Y María Clara tan clara y en total claridad se tornó desesperadamente inocua en el trance de la verdad, pero, tan real como el tiempo y más como el delirio y se expresó y dijo y más que eso contestó la pregunta de esa prostituta, en la cual, se electrizó la forma de creer en el trance del percance de dar con la única verdad. Y el “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, y María Clara en clara totalidad de su esencia y más que eso en total desenlace en dar una cálida respuesta. Y se fue de rumbo y sin dirección de creer en su forma de dar un sólo desenlace como el percance de dar una sola respuesta en un sólo deseo, y creó en la sola verdad en que se figuró el mal cobarde de esa tarde en el salón de la “Lune Claire”, en “La Rue du Lune”, si en el trance de la verdad se vio mirífica y mortífera en poder creer en la sola verdad en que se identificó una muerte y era la de la dueña del cabaret “Lune Claire”. Y María Clara expresó toda la verdad de que ella fue la culpable de esa inmerecida muerte, y la pregunta que llegó a responder de ¿qué vas hacer con tanto dinero? a lo que ella María Clara respondió nada. Y quedó como la culpable sin ser realmente, porque ella en el salón del “Lune Claire” no se halló jamás. Y el dinero quedó con el dinero, o sea, en el prostíbulo de la dueña del cabaret más famoso de “La Rue du Lune”, y con las prostitutas favoritas. Y quedó el “Lune Claire”, en el trance de la verdad y con María Clara como la trabajadora del servicio doméstico en ese sólo cabaret.
FIN