¿Quién como yo? para levantarte a las 2 de la mañana,
y observar como bailas desnuda entre los robles.
Te molestas conmigo a las 4 y a las 9 volvemos al patio,
a fumar en las pipas que condensan nuestro odio y que exhalamos.
Así que no puedes evitar la voz de la knismolagnia.
Yo soy Apodyopsis y tú eres Gymnophoria, hasta que,
te precipitas y exhibes tu odaxelagnia, moldeando mi carne con pasión,
adjuntándola en las insignias indelebles de nuestro ritual tántrico.
Osas una vez más al recodar mi asíntota, burlándote de cuando
me dejabas en tensión, figurándome una aversión.
Me castigas con faenas, sintiendo desdicha al no percibir una solución,
quedando exangüe, tras jugar ajedrez con el dolor.
Se perturba mi psicología, mi filosofía, por traicionar
mi falta de argot, sustituyendo el placer léxico por el placer lascivo.
Vuelve la noche y otra vez insisto en desnudar, en escudriñar tu poesía,
pero la cubres con prosa y celo, protagonizando la esencia de un oasis.
¡Has de recorrer eones de tiempo para leerme! Dices
Pero lo que no sabes, es que he leído tus manuscritos antiguos desde hace 69 años.