Recuerdas, aquella noche, cuando conversábamos, y con el mayor desparpajo te dije que, iba a crear una morada, lejos de esta tierra, cerquita de Dios. Solo así, se cruzarían nuestras pupilas sin la malicia de los hombres, ni el odio y rencor de las almas malas. Prometimos en aquel entonces, tejer paso a paso el eslabón de aquella mágica cadena, en forma de sueños, en forma de corazón. Y hoy, que ya no estás. Voy dibujando lento entre reminiscencias y oraciones, esa madeja de amor y esperanza que se tatuó en mi alma, lejos del orbe, y muy cerca de la luz sideral.
Voy a contarte, lo que es el hielo, lo que es fuego, en esta soledad que me asesina. Hay lunas, cuya luz fluorescente me despierta, empapada en sudor y lágrimas. Mis alas rotas arañan la misiva de tus letras, esas que dieron génesis a la lumbre que devora mi existencia.
Te veo, y te dejo pasar como si nada. ¡Pero qué va! Horadas, mis horas y la diafanidad de mis noches claras. Y en el fondo, puedo adivinar que, aquel ser que me visita en sueños, eres tú, solo tú.
Imagen: Créditos a su creador
Luz Marina Méndez Carrillo/10/04/2022 /Derechos de autor reservados.
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