Se siente la humedad, el clima empieza a cambiar, la luna llena ha llegado y con ella la sangre a derramar.
En un cuarto oscuro, lejos de los demás, se encuentra aquella bestia que lidia con no aullar.
Sus huesos se quiebran; tiembla sin cesar; sus garras retiene, pues ya quiere salir a desgarrar.
Desea con el rojo rubí sus grandes manos decorar, fundirse en tinieblas, ¡cuidado!, solo calentando está.
Cuando la masacre pase y con antorchas lo quieran cazar no tomen prisa, no lo van a alcanzar.
Únicamente un humano quebrantado encontrarán.