Antonio Liz

Deseado Desliz

 


Mi inquietud no es verte en una figura de papel, eres el perfume que adorna el semblante de un jardín. Mientras el agua cristalina me brinda el sonido placentero, el calor del sol exige que tienta tu cuerpo. Me amenazas con solo acercarte a mi, mientras mis pestañas se inquietan al sentir tu nariz.

Ese aliento de roce de pintalabios, que crea una adivinanza del sabor de aquellos labios. Entrego mi tacto a tu cuello, así descubriendo la sensación de tu gemir inquieto. Al sentirme culpable por mi acción, no me dejas retroceder, porque me ahogas en medio de tu pecho con mucha pasión. 

No es que te quiero sentir, son aquellos dedos que hacen de tu piel la sinfonía de un sensible piano. Seda y tela, que agrega lo que es un detalle, nunca anhelando el desnudo traje. Frente a mis gustos me encuentro, explorando lo que antes proclamaba lo prohibido y no poder tocarlo.

Me entrego a la monotonía de la creación, sabanas protagonistas, y sudor iniciando el órgano reproductor. No existe formato de aquella función, esquemas y preferencias deambulan cada paso sin tiempo de actuación. Al encontrar que mi agonía por ella fue correspondida, enciendo la perspectiva, de los minutos, y los días,  de encender aquella llama que ella domina.