Margarita García Alonso

La propiedad ha cambiado de manos

Pude abrir la puerta y decir:
entrad, no os apuréis
frente a los retratos.


Pude haber tenido cuerpo,
quizás pude tener cara
decirme linda, fea
imperfecta, pero fui estúpida
pinté óleos en penumbras,
escribí bajo calmantes,
exageré la sospecha
de un hombre sin rostro
que violó a una niña loca.


La historia es delicada,
ningún violador tiene cara
y nadie sabe si la niña estaba loca
antes de romperse la campana,
antes de ese ruido atroz
de sexo que choca con la nalga,
de pompa de jabón que asciende
al techo y explota
sobre un cuerpo caliente,
recién abierto como un pez
de acuario sobre la mesa.


La propiedad ha cambiado de mano,
el que decía amarme se ha cansado,
me he quedado dueña del remolino,
arrastro lo mismo el cuarzo, el cerezo,
la hormiga que llora
la ecuación algebraica
donde reposa Escocia.
El latón de agua en el patio de casa
me servía de espejo,

pero amaneció salpicado de renacuajos.
No he podido lavarme las manos
y he estado en la escuela como un fantasma
qué no me huelan, señor,
qué no se acerquen,
me siento rata,
mientras pasan el cuaderno
de mano en mano me agacho
frente a la lámina
a tamaño natura en la pared
exhibe a un hombre destripado,
las venas de un rojo que espanta,
poseído de un árbol,
 un árbol dentro
 sin follaje
nudos y ramas intrincadas
como en una selva,
todo desechable, exento de vida.


No, no tengo esos órganos,
 nada adentro.
Pude haber tenido canas,
pero solo fue el halo de la luna
sobre mi cabeza atada
a vagabundos locos.
Mi cuerpo de azafrán
desaparece
en manjares baratos
engordo
para camuflar este deseo
de papalotear sobre el cielo
si me llamas.

del cuaderno Breviario de margaritas, Editions Hoy no he visto el paraíso, 2013