¡Ay mujer!
si supieras como te amo,
como saboreo tu nombre
endulzado con los bellos
recuerdos de nuestro presente.
¡Ay mujer!
si comprendieras como te amo,
como acaricio cada uno
de los instantes que sumidos
en la inefable eternidad vivimos.
¡Ay mujer!
si sospecharas de mi ternura,
y como es atraída inexorablemente
por tu inextinguible
manantial de vida.
¡Ay mujer!
perturbas furiosamente
la paz de mi lago
que en violentos oleajes
tranquiliza tu hambre divina de vida.
¡Ay mujer!
si supieras de mi sentir,
verías que en esencia, al sol,
nuestro amor florece
y esta ternura, fuerte a esta tierra atada,
en pasión volcánica aparece.
¡Ay mujer!
te amo, te quiero y te deseo;
un amor que es mi cielo,
el purgatorio mi querer
y el deseo, lo terreno.
¡Ay mujer!
mi cielo es tu perfume de vida
que lo impregna todo
llenándome de gozo;
mi purgatorio tu tiempo terrenal
el cual adoro;
lo terreno es tu quemante cuerpo
que hace olvidarlo todo.
¡Ay mujer!...