Hagamos una cosa: yo fingiré mi muerte
cuando la extrañe a usted, de esa manera
estaré sepultado por algunos días.
Los gusanos de la soledad se comerán
la melancolía hasta el día de mi resurrección.
Usted puede despertarme con un beso o dos,
o si prefiere, me habla bajito al oído del corazón.
Yo le recomiendo el primer método porque
lo considero más efectivo para dicha situación,
pero usted decide.
Mire, hagamos lo siguiente: cuando llegue,
diríjase a mi habitación y despiérteme, hágalo
como quiera, pero hágalo.
Yo morí momentáneamente por usted,
pero si no regresa, moriré de veras.
No me deje morir sin verla nuevamente o quedaré
atrapado en una pesadilla en la cual usted se va
y no regresa; eso me preocupa más que la muerte.
—Felicio Flores