Arden los destinos del alma
en un solo susurro,
con los ojos crispados
del espíritu.
Temporal de músicas nocturnas
donde no existe vacío alguno,
solo fuga eterna
en la marchita perla
de la rosa de los vientos,
en el espejismo de cualquier encrucijada,
para albergar
ilusas incertidumbres.
Flores descalzas
en arenas movedizas,
cuya desnudez
reclama pétalos tardíos
y raíces inclementes,
sabiendo
que todo está escrito
en la furiosa edad de siempre.