EFRAÍN CAÍN
Quedé en penumbras.
Quedé en penumbras cuando el sol
estaba en lo alto y los pájaros
iban en bandadas al sur
hinchados de trinos y grandeza.
Mi boca no fue boca en las vendimias
durante los años que duró la bonanza
y abundó el vino en las mesas.
Caí de rodillas ya instituido el perdón;
tal vez quemaron mi cuerpo
o lo dieron a la ciencia;
tal vez permanecí moribundo
sobre los campos de batalla
y nadie me ultimó ni por compasión.
Debí alargar mis piernas
porque nunca tuve suficiente estatura
ni cuando otro, más pequeño,
me hablaba de cosas que habría rebatido
con un simple silencio.
Soy Efraín Caín.
Este nombre lo tengo
bajo amenaza de muerte y excomunión.
Soy Efraín: partitura que dejaron
a medio terminar
por no haber quien se atreviera a entonar
un himno homicida como el mío,
un himno de muerte y redención.
Soy Efraín Caín…
No tuve opción y repetí ese nombre
hasta envenenarme.
Soy Efraín, llama de aire congelado,
proscrito entre los proscritos,
fiera entre las fieras,
placebo del diablo con cachos
y cola
y un gran diente de oro
que uso para enamorar.