Arde la ciudad
de forma estrafalaria
mi yo se recuesta
al más intimo latido
Y vuelvo a ser
la implacable
Mujer inadvertida
a pesar del ruido inarmónico
que esparce el aire
Las compuertas se abren
como fauces hambrientas
y llega el desaliento
hasta la última calle
donde mi corazón convertido en estopa
era las más terrible
de todas las imágenes
Mi madre en un rincón
tejiendo y destejiendo
los aprietos del día
Mi padre como pólvora
desenterrando el miedo
Los ancianos
los niños
los jóvenes disueltos
entre la enredadera
que les produce el tiempo
Y qué hay de aquella muchacha
alegre y desprendida
que escribía versos cursiles
y espantosos
donde nunca faltó
un pedazo de lumbre
Todos fueron al mar
y regresaron
con las alas partidas
Tan solo un aluvión
de efemérides escépticas
palean lo inaudito
Mientras el criterio
nos consume las horas
entre la inflación
y los malos conceptos
que caen desde arriba
Que tiempo estrafalario
recorre la inflación
y sus acólitos
En qué lugar amorfo
escondimos la fe
para de un solo golpe
convertirnos en cuerpos incurables
El rey del sur y el rey del norte
cabalgan implacables
la iniquidad y el miedo
se convierten en bálsamo
y la queja de la aldea
se nos convierte en eco
corrompido y silente.