Alberto Escobar

Mi voz.

 

A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

—mi infancia son recuerdos...

 

 

 

 

 

 


Inspiración, neuma,
aire, brisa, viento,
recodo, movimiento,
estipendio que se deja
al cabo de la musa,
difusa el alma se debate
entre las alas del tiempo,
remiendo que de nata
traspasa el sentimiento, tiento
que de una guitarra sale, vuela
el ángel, el duende se apodera
de la escena y del sarmiento,
pensamiento de juerga, palmas
a destiempo y rogar a dios
que el momento sea siempre,
sea eterno y no dure y dure
lo que dura la andadura anticlerical
del que sabiendo de su magia
se hace de rogar y en un banco espera.
Al tranco andando, sin prisa ni trámite,
sin empuje del trasiego, sin eso 
que los cubanos que se estresan 
llaman para que se pare, se detenga. 
Mi propia voz, creación poética,
añadir tecné al neuma, al duende
hasta que la salsa borbotee lenta,
hasta que se cocine el espíritu, 
hasta que el fuego se enfríe bajo la brasa.
Mi propia voz, mi propia raza, atenta,
desmadejada y suelta como suela de zapato.
Arrebato, ser uno con lo que me rodea. 
Ser poesía, ser poeta, pero sin decírselo.